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Los olvidados de Chernóbil

Los «liquidadores», que hicieron frente a la dantesca catástrofe nuclear de Chernóbil hace 25 años, malviven hoy aquejados por enfermedades y abandonados a su suerte por la Administración

Los olvidados de Chernóbil rafael m. mañueco

rafael m. mañueco

Los más de 600.000 operarios (bomberos, ingenieros, militares y voluntarios) que hicieron frente a la dantesca catástrofe nuclear de Chernóbil hace 25 años malviven hoy día aquejados en su mayoría por distintas enfermedades y abandonados a su suerte por la Administración.

Se les conoce con el nombre de “liquidadores” y muchos de ellos creen que, por mal que se pongan las cosas en la central atómica de Fukushima , los japoneses no llegarán a sufrir un infierno de la envergadura de Chernóbil , aunque tal vez tengan que soportar otra vez en su carne el zarpazo invisible de los isótopos descontrolados.

“En ningún otro accidente nuclear se disparó la radiación hasta superar en 100.000 veces los niveles tolerables para el organismo”, asegura Nikolái Meshkov , uno de los “liquidadores” que trabajó en la central ucraniana en las semanas posteriores al escape atómico. Pese a su condición de “discapacitado” por las secuelas padecidas, Meshkov dirige en la actualidad el laboratorio de análisis comparativo del Instituto de Higiene Ambiental de Moscú.

Fue enviado a Chernóbil en calidad de médico-radiólogo del Ejército poco después del accidente . Acababa de cumplir entonces 39 años, era teniente-coronel y fue puesto al frente del equipo encargado de evaluar los riesgos de irradiación.

«Los trajes de goma empleados no servían contra la radiación ionizante gamma»

“Tras determinar las áreas más contaminadas, fijar en el mapa su localización y establecer los niveles de radiación en cada caso, nuestra tarea consistía en dosificar la cantidad de tiempo máxima que cada operario podía dedicar a limpiar una zona sin excesivo perjuicio para su salud”, recuerda Meshkov. “Una vez que el trabajador en cuestión había alcanzado el límite aconsejable de exposición a un foco radiactivo, era enviado fuera de Chernóbil y reemplazado por otra persona”.

Pero tales precauciones empezaron a aplicarse semanas después del desastre. Los primeros días de trabajo para taponar la fuga fueron de trajín y confusión . Muchas de las primeras medidas resultaron inútiles y, sobre todo, letales para quienes acudieron a luchar contra la fuerza del átomo desbocado.

“Los trajes de goma y escafandras contra ataques químicos que se emplearon eran apropiados para no inhalar partículas radiactivas y evitar su contacto con la piel, pero de nada servían contra la radiación ionizante gamma”, afirma Meshkov.

La primera labor de la “liquidadores” fue tratar de devolver al núcleo del reactor el combustible nuclear que se esparció a su alrededor para cerrarlo después todo dentro del llamado sarcófago. “Disparadas por la fuerza de las dos explosiones que se produjeron en el reactor número cuatro, algunas de las barras de grafito empleadas para moderar la reacción en cadena llegaron a parar al tejado del almacén de residuos atómicos situado a unos metros del bloque accidentado”, cuenta el médico ruso.

Limpiar a golpe de pala

Sin apenas protección, los voluntarios enviados inmediatamente después del escape atómico tuvieron que encaramarse a lo alto de la terraza para limpiarla a golpe de pala. “El índice de radiación allí era enorme” , asegura Meshkov. Debían estar no más de dos minutos, la misma cantidad de tiempo que se permitía permanecer junto al reactor, pero la mayoría sobrepasaban la medida y absorbían cantidades excesivas de radiación.

Los primeros en intervenir fueron los helicópteros, arrojando tierra sobre el núcleo del reactor para extinguir el incendio. Sus pilotos también recibieron dosis mortíferas de radiación. En los 10 días que se tardó en taponar el escape hubo ya 31 muertos . Según Meshkov, “tuvieron que ser enterrados en féretros de plomo herméticos debido al alto nivel de radiación que emitían sus cadáveres”.

De acuerdo con el último informe elaborado por la ONU, presentado en Viena el pasado 28 de febrero, el número total de fallecimientos debidos directamente al accidente nuclear ascendió solamente a 62. Pero Viacheslav Grishin, presidente de la Unión Chernóbil, organización creada para defender a los “liquidadores”, no está de acuerdo con las cifras de Naciones Unidas.

«Tuvieron que enterrarlos en féretros de plomo por el alto nivel de radiación que emitían sus cadáveres»

Sostiene que, “sólo en Rusia han perecido más de 30.000 participantes en los trabajos de descontaminación” . Greenpeace insiste en que la cantidad total de muertos por el accidente, incluyendo a los “liquidadores” y a los habitantes de las zonas damnificadas, es superior a los 200.000.

El número de discapacitados, según fuentes oficiales, es de 35.000, incluyendo Rusia, Ucrania y Bielorrusia . Grishin también considera errónea esa estimación. “La cifra real es, como mínimo, tres veces superior”, afirma el máximo responsable de la Unión Chernóbil.

Arterioesclerosis en el cerebro

La periodista ucraniana, Alla Yaroshínskaya, laureada con varios premios internacionales, asegura que los efectos de Chernóbil han afectado, directa o indirectamente, a nueve millones de personas. Meshkov, sin embargo, asevera que sólo 700.000 recibieron dosis críticas de radiación, de las que 175.000 eran “liquidadores”.

El radiólogo ruso escribe en uno de sus informes científicos que la patología más común entre quienes estuvieron expuestos a la radiación de Chernóbil es la arterioesclerosis en los vasos sanguíneos del cerebro. Él mismo padece esa dolencia y bromea diciendo que “a nosotros nos aparece un poco antes, pero todos acabamos enfermando de arterioesclerosis tarde o temprano”.

«No nos dijeron que trabajaríamos en la catástrofe ni lo peligroso que era para la salud»

La leucemia y otros tipos de cáncer, la insuficiencia inmunológica, distintos tipos de afecciones coronarias, respiratorias, renales y hepáticas, además de las malformaciones cromosómicas suelen incluirse también en el paquete general de achaques generados por Chernóbil . Durante 1987 y 1988 se declararon 4.000 casos de cáncer de tiroides en niños que vivían en las proximidades de la central nuclear. Meshkov afirma que se curaron en un 99%.

Él sabía a dónde iba cuando le movilizaron para unirse al equipo de “liquidadores”, pero otros muchos no se enteraron hasta que vieron ante sí la espectral silueta del derruido y humeante reactor número cuatro . Tal fue el caso de Serguéi Záitsev. Nada más incorporarse al servicio militar fue enviado a Chernóbil. “No nos dijeron que íbamos a trabajar en la eliminación de la catástrofe atómica y tampoco del peligro que ello suponía para nuestra salud”.

«Nos niegan la asistencia»

Záitsev participó hace unos días en una manifestación en Moscú de antiguos “liquidadores” para exigir al Gobierno que se sigan concediendo las prestaciones contempladas por la ley. “No nos pagan lo establecido y nos niegan la asistencia sanitaria necesaria” , se queja mientras muestra el certificado que le acredita como “discapacitado de Chernóbil”.

Meshkov tiene uno igual, pero manifiesta que “es fácil perderlo”. “Tenemos que someternos periódicamente al dictamen de una comisión médica y, a poco que noten en ti una mejoría, te reducen las asignaciones o te quitan el derecho a recibir medicinas gratis”. Según sus palabras, “las ayudas son en sí bastante míseras -en torno a unos 200 euros al mes-, pero para quienes no tienen otra fuente de ingresos son vitales”.

La mejora de las pensiones y la asistencia sanitaria a los “liquidadores” y personas que arrostran las consecuencias del accidente nuclear es hoy día el principal caballo de batalla de la Unión Chernóbil. Los resultados, sin embargo, son escasos. Por eso, el que puede, trata de resolver los problemas por su cuenta.

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