Una difícil papeleta para el mundo
Análisis
ANTONIO TURIEL
Investigador del CSIC
Ahora que el Gobierno nipón ha reconocido la extrema gravedad del accidente de la central de Fukushima, con una o dos vasijas de contención agrietadas dejando escapar radiación y elementos radiactivos, conviene pararse a reflexionar sobre los efectos ... de esta contaminación. A corto plazo, las emisiones de gases radiactivos, como el yodo-131 y el cesio-137, suponen una amenaza grave que volará con el viento cientos de kilómetros. A medio y largo plazo, la durabilidad del cesio-137 y de otros elementos arrastrados por el viento y la lluvia, como el estroncio-90, el uranio y el plutonio pueden volver inhabitables amplias zonas alrededor de la central, donde se tendrán que hacer grandes esfuerzos para fijar estos elementos. Pero habrá otros procesos de los cuales sabemos muy poco. Parte de los iones de calcio, magnesio, potasio, etc de las sales marinas disueltas en el agua que se está usando para refrigerar la central se volverán radiactivos y se integrarán en diversos estratos de la cadena trófica afectando a flora y fauna marina y comprometiendo la viabilidad de algunas pesquerías. La corriente de la plataforma marina que pasa por delante de la central, al confluir con la intensa corriente Kuroshio, acumulará parte de sedimentos radiactivos en toda la fachada pacífica nipona, desde Tokio hasta Fukshima, y otra fracción será transportada por el Kuroshio hacia áreas muy productivas del Pacífico. Estos sedimentos contaminarán la vida marina y las playas japonesas durante siglos, y un simple golpe de viento los removerá y mezclará con el agua repetidamente. Cuando se piensa en los dos o tres tifones que de media llegan cada año a Japón, capaces de levantar y arrastrar partículas muy dañinas de estos sedimentos a cientos de kilómetros de distancia, tierra adentro, es fácil comprender la gran preocupación por el impacto ambiental de este accidente.
La energía nuclear se ha postulado desde siempre como un medio para superar la decadencia energética del petróleo, ahora que el Peak Oil empieza a ser reconocido por las instancias políticas. Sin embargo, no se tiene en cuenta que el declive de la producción de uranio está a la vuelta de la esquina, quizá en 2015. Y al igual que el petróleo nos ha dejado una pesada carga, el incremento de CO2 atmosférico, la energía nuclear deja tras de sí residuos que se han de refrigerar durante décadas y almacenar durante siglos. Una difícil papeleta para un mundo que muy pronto tendrá que pasar con mucha menos energía.
Antonio Turiel es titular del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona
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