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Javier Reverte, en el Paso del Noroeste

Publica «En mares salvajes», relato desu viaje al legendario territorio ártico

Javier Reverte, en el Paso del Noroeste ABC

MANUEL DE LA FUENTE

Griegos y fenicios apenas pudieron imaginarlo. Monjes irlandeses pusieron proa hacia él en la Alta Edad Media. Los vikingos lo rozaron con la yema de los dedos. Los nautas españoles y lusitanos prefirieron latitudes más cálidas, y los ingleses lo intentaron de veras, dejándose un buen puñado de valientes lobos de mar en el empeño. Tan remoto era el Ártico, que Mary Shelley lo usó de paisaje para presentarnos a Victor Frankenstein. Pero tuvo que ser un noruego, Roald Amundsen, quien, en 1906, diera con el Paso del Noroeste, un territorio situado al norte de Canadá que conecta el Atlántico con el Pacífico. Amundsen tardó tres meses en atravesar el lugar, no sin penalidades. El Paso del Noroeste, al menos en su sentido geográfico, quedaba al descubierto. Aunque entonces, debido a la magnitud y consistencia de los hielos no fuera navegable.

Un siglo después, el cambio climático está recalentando el planeta. Incluido el casquete polar ártico. Un curtido escritor y viajero, sabueso de la noticia desde tiempo atrás, no la pasa por alto cuando la lee. Es el verano de 2007 y los hielos del Paso del Noroeste se han derretido. Incluso, algún barco ya se ha atrevido a surcarlo.

Un año después, el viajero, Javier Reverte del uno al otro confín, ya estaba allí para no perderse detalle. La experiencia de aquel periplo la publica ahora bajo el título de «En mares salvajes. Un viaje al Ártico» (Ed. Plaza y Janés).

Reverte hizo la travesía en un barco oceanográfico ruso, el «Akademik loffe», y se encontró «ante un mar salvaje, unos territorios atroces, un mundo hostil en el que el relato del escritor parece el relato de la nada». Allí conoció a los inuit (los esquimales, que no son precisamente «gente muy abierta, guardan rencor, y no sin razón», dice el autor) que malviven «de sus cupos de caza y pesca, de subvenciones, en condiciones extremas que les llevan al alcoholismo, al suicidio».

Javier Reverte también constató que el deshielo ha convertido el antaño solitario Paso del Noroeste en un lugar transitado ya «por mercantes y petroleros» y, además, el deshielo «ha abierto la posibilidad de explotar el territorio ártico, muy rico en cobre, en diamantes, y con el veinticinco por ciento de la reserva de hidrocarburos del planeta».

Rusia, Estados Unidos, Dinamarca, Canadá, Noruega.... ya han puesto los ojos en la zona. El Paso del Noroeste, una puerta abierta. ¿Lo permitirá la Naturaleza?

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