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La Belle Époque renace con sus grandes retratos

El Centro del Carmen de Valencia revisa los clichés historiográficos de este periodo

La Belle Époque renace con sus grandes retratos ABC

N. PULIDO

La Belle Époque era una manera de vivir. Fue bautizada así de forma despectiva, al igual que ocurrió en su día con el Barroco y el Rococó. Si hablamos de Belle Époque enseguida nos vendrán a la mente señoras espléndidamente vestidas y señores elegantes en los salones de sus mansiones, como salidos de las páginas de algunas novelas de Proust, Flaubert, Tolstoi, Henry James o Edith Warton.

La muestra que nos ocupa era un viejo proyecto expositivo de Tomás Llorens, que ahora retoma con su hijo. Con él ha querido «revisar los clichés historiográficos de este periodo, que se cuenta con una pintura naturalista retrógrada y conservadora». Y creía que el mejor modo de hacerlo era a través del retrato. «Las historiografías nacionales —explica Tomás Llorens— están más cerca de la realidad que la historiografía internacional, que dividía la pintura entre buenos y malos».

Tres generaciones

Recorremos con los comisarios, Tomás y Boye Llorens, esta exposición, que abarca el retrato de toda una época. La exposición arranca en torno a 1880, con el final de la guerra francoprusiana, y concluye con el estallido de la I Guerra Mundial. Reúne 78 obras de 42 artistas de tres generaciones y un nexo común: el retrato. Hay préstamos de una treintena de museos e instituciones (Uffizi, Metropolitan, Hispanic Society, Leopold Museum, Tretiakov, Petit Palais, Patrimonio Nacional, Casa de Alba...) La muestra, fruto de la colaboración entre el Corsorcio de Museos Valencianos y la Fundación «la Caixa», tiene como sede el Centro del Carmen de Valencia, un estupendo espacio expositivo que acoge el antiguo convento del Carmen, del siglo XIII, con dos preciosos claustros —renacentista y gótico— y situado en el centro histórico de la ciudad. Antes de museo, fue sede de la Academia de San Carlos y de la Escuela de Bellas Artes.

En esta Edad de Oro del retrato europeo había grandes artistas: Boldini en Italia, Sargent en Inglaterra, Sorolla en España, Serov en Rusia... Todos ellos están presentes aquí. El recorrido arranca con una sala de autorretratos, a la que sigue una espléndida galería de retratos de sociedad (la sala más rotunda de la exposición). Destacan dos soberbios retratos de Sorolla: el del duque de Alba (Colección Casa de Alba) y el del Rey Alfonso XIII (Bien de Su Majestad el Rey, que cuelga en la residencia de los Príncipes de Asturias). Junto a ellos, otros magistrales retratos: la Infanta María Eulalia pintada por Boldini, la duquesa de Sutherland posando para Sargent, la condesa de Noailles para Zuloaga... Cléo de Mérode, estrella de la Ópera de París e icono de la Belle Époque, fue amante del Rey Leopoldo II de Bélgica. Aparece en dos preciosos retratos: uno de Boldini y otro de Manuel Benedito. La muestra continúa con el retrato de temperamento y carácter (posan escritores como Chéjov, Proust y Blasco Ibáñez), retratos de grupo (grandes obras de Sargent y Sorolla), ambientes y conversaciones (Casas, Rusiñol, Bonnard), una pequeña sala monográfica dedicada a Toulouse-Lautrec, retratos al aire libre (de nuevo destaca Sorolla), el retrato como símbolo (Klimt, Vuillard, Anglada-Camarasa, Munch) y la crisis (con retratos expresionistas de Schiele, Kokoschka o Kirchner).

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