La radiactividad de Fukushima en el mar supera cinco millones de veces los límites
Crece la preocupación por la contaminación del Océano Pacífico en Japón, donde el “sushi” es el plato nacional
La radiactividad en el mar procedente de la siniestrada central nuclear de Fukushima 1 ya supera cinco millones de veces los límites permitidos. Según la empresa que gestiona la planta, Tokyo Electric Power (Tepco), el yodo tóxico llegó a rebasar siete millones de veces el tope el sábado, pero sus niveles bajaron el lunes.
A pesar de tan desorbitadas cantidades, Tepco volvió a insistir en que los vertidos de la central nuclear no tendrán un “efecto inmediato” en la salud humana porque el yodo se diluirá en las corrientes marinas. Se trata de la misma letanía que viene entonando desde el tsunami del pasado 11 de marzo, cuando el devastador tsunami que barrió la costa noreste de Japón inundó la planta e inutilizó la refrigeración eléctrica de sus reactores, que desde entonces han venido sufriendo fugas radiactivas por las explosiones que han reducido a escombros buena parte del recinto. A estas alturas del desastre nuclear, el más grave tras Chernóbil en 1986, pocos japoneses confían en la palabra de la cuestionada compañía eléctrica, que arrastra un oscuro historial de ocultación de fallos de seguridad.
Tras el terremoto, la ola gigante que desató y los escapes tóxicos de Fukushima, la nueva amenaza que se cierne sobre los japoneses es que la radiactividad afecte a los peces y pase la cadena alimentaria. Una auténtica tragedia nacional en un país donde el pescado, servido crudo en forma de “sushi” y “sashimi”, es el plato estrella de su deliciosa y refinada gastronomía.
La alarma ha cundido después de que Tepco anunciara que las muestras de yodo 131 demuestran una concentración cinco millones de veces superior al límite legal , mientras que el cesio 137 rebasa el tope 1,1 millones de veces. Cerca del reactor número 2, donde un chorro de agua contaminada mana de una grieta de 20 centímetros, la radiación alcanza los 200.000 becquerelios por centímetro cúbico. La acumulación de agua altamente radiactiva en dicho reactor impide a los operarios seguir trabajando en las labores para controlar la planta.
Aunque las autoridades insisten en que el yodo desaparece al cabo de ocho días, el mayor problema es el cesio 137, que dura hasta 30 años, y el plutonio, presente en el reactor número 3 – también con fugas – y cuyos restos ya han aparecido en el suelo de la central.
Y la contaminación seguirá aumentando, porque la empresa ha empezado a verter 11,5 millones de litros de agua radiactiva a bajo nivel para hacer sitio en sus depósitos a las toneladas que están arrojando los bomberos para enfriar los reactores, que se están acumulando en los túneles subterráneos de la planta y son mucho más tóxicas por la radiación.
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