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arte

El Prado descubre los comienzos de Ribera

El museo dedica una exposición a las primeras pinturas del pintor valenciano realizadas en Roma y Nápoles

DANIEL ROLDÁN

José de Ribera constituye un enigma para los historiadores del arte. Más concretamente, los primeros años de este autor de Játiva (1591) que desarrolló casi toda su carrera en Italia. Allí era conocido por ‘Lo Spagnoletto’ (‘El Españoleto’). Sus obras de madurez son todas conocidas, pero ahora los historiadores del arte están descubriendo obras de sus primeros años atribuidas a otros autores. Uno de estos expertos es el profesor José Milicua, que en 2001 asesoró al museo del Prado la compra de ‘La resurrección de Lázaro’ por ser uno de los cuadros del maestro valenciano en sus primeros años. Esa compra fue muy discutida, pero el historiador no se equivocó. “Milicua fue muy valiente”, reconoció Miguel Zugaza, director de la pinacoteca. Ahora, el Prado organiza una exposición temporal, abierta desde el 5 de abril y hasta el 31 de julio, sobre ‘El joven Ribera’. Treinta y dos cuadros procedentes de museos y colecciones de España, Italia, Francia, Reino Unido, México, Suiza, Hungría y Estados Unidos.

El director del Prado destacó que Ribera es “el caso más fantástico de atribuicionismo de la historia del arte” y que ha dado pie a numerosas discusiones sobre su legado. Zugaza apuntó que por primera vez, una pinacoteca presenta el trabajo del valenciano en Roma y Nápoles, después de haber estudiado también en Parma. El director adjunto de Conservación, Gabriele Finaldi, explicó que esta nueva exposición completa la retrospectiva que el museo del Prado realizó hace 19 años. “De las 32 obras que se exponen solo repiten diez. De las otras 22 o no se conocían o se atribuían a otro”, apuntó. La exposición está divida en cuatro apartados, desde los impulsos juveniles del artista en Roma hasta su trazada napolitana más sosegada.

El primer apartado, ‘José de Ribera versus Maestro del Juicio de Salomón’, enfrenta al pintor de Játiva contra el pintor, grupo o ente que se inventaron los historiadores para encuadrar unas obras sin firmar. “Era normal en esa época. Caravaggio no firmaba nunca. Los maestros creían que el espectador identificaría sus pinturas por el estilo. Y si no, a estudiar”, contó el profesor Milicua, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. En esta primera parte, se aprecian los cuatro ejemplos del Apostolado Cosida procedentes de la Fundación Longhi. Frente a ellos se sitúan tres obras de la serie Sentidos, donde las figuras llenan el espacio pictórico y hay un tratamiento muy naturalista de sus acciones por parte del pintor.

Historia sagrada

La segunda parte de la muestra está compuesta por cinco obras que tienen como común denominador la historia sagrada protagonizada por muchos personajes. Estos cuadros fueron realizados por el maestro valenciano en su estancia en Roma y provocó un enfrentamiento entre los defensores y detractores del naturalismo, quienes sostenían que era un estilo inadecuado para representar composiciones en las que se usaba una amplia variedad de acciones. Frente a este debate, Ribera propuso un lenguaje naturalista que usó de forma muy eficaz para dar credibilidad a las acciones, los sentimientos y la relación entre los personajes.

Las medias figuras, sobre todo del Nuevo Testamento, inundan la tercera zona de la exposición. También en esta época comienza a representar filósofos, como se ve en ‘Orígenes’ y ‘Demócrito’, para los que usará fórmulas similares a las de los santos, aunque todavía se recrea, según indicó el comisionario Javier Portús, en la asociación entre pobreza y filosofía que caracterizó a sus representaciones posteriores. Por último, está la parte del Ribera en Nápoles. En la ciudad italiana viviría entre 1616 y 1652, cuando falleció. Ribera sufrió una transformación, ya que su clientela también era diferente a la de Roma. Los napolitanos preferían imágenes más relacionadas con la Pasión. Por este motivo, sus obras son más verticales y de naturaliza devocional. En estos cuadros, Ribera juega con el contraste entre el cuerpo desnudo y mártir y el afán o la mofa de quienes le rodean, siguiendo una fórmula de amplia tradición que ya había usado Caravaggio.

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