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Columnas / AD LIBITUM

Zapatero, penitente

Con hábito de penitencia, está dispuesto a pactar con el mismísimo diablo una solución económica para España

Día 01/04/2011

LA experiencia y los fracasos, con perdón por el pleonasmo, tienen contrito a José Luis Rodríguez Zapatero que, con hábito de penitencia, está dispuesto a pactar con el mismísimo diablo una solución económica para España que difumine la contumacia sabihonda con la que ha gobernado la Nación en sus siete años presidenciales. No es que el líder socialista sea hombre de grandes anclajes intelectuales y sólidas convicciones ideológicas; pero su sueño de poder, el que construyó acurrucado y silente durante años de irrelevancia parlamentaria, le llevaron a esperar mejores resultados de los que hoy tiene a la vista: una España sin pulso económico, vibración nacional, latentes tensiones sociales, paupérrima en su vida cultural y con el sostén principal de nuestros socios europeos, asustados porque, como el propio Zapatero se harta de repetir, no somos Portugal, Irlanda o Grecia. Somos 46 millones de vecinos y un porcentaje importante en el PIB de la Unión y en el peso del euro.

Esa actitud penitencial del líder, la que rebaja sus ridículas ínfulas precedentes, le empuja a rebuscar entre los descartes del pasado para buscar en ellos algún parche que disimule los problemas en curso. Con esa intención, la Oficina Económica de Presidencia está reclutando cerebros que integren una Comisión Asesora de Competitividad, eso que nos reclaman en Bruselas y, según parece, Miguel Boyer, el primer ministro de Economía y Hacienda del equipo de Felipe González, será uno de ellos.

Boyer es un señor tan fino que, en lugar de nacer, por ejemplo, en La Almunia de Doña Godina lo hizo en Saint-Jean-de Luz. Fue, excepción hecha de la tropelía formal de la incautación de Rumasa, un buen ministro que supo y quiso sacudir los complejos estatalistas de sus predecesores en UCD y liberalizó lo poco que se ha liberalizado en nuestra economía —tan intervenida, tan subvencionada— desde el primer Gobierno de Adolfo Suárez. La socialdemocracia era, ya en los ochenta, una cántara vacía y Boyer quiso rellenarla con lo que tenía más a mano sin producir mayores escándalos. Es más, Enrique Tierno Galván en lo social y Boyer en lo económico maquillaron con gracia el hosco signo socialista de su negro pasado español y de su olvido y evanescencia en el tiempo posterior a la Guerra Civil, hasta el Congreso de Suresnnes. Zapatero quiso ir más allá que González y se ve obligado ahora a volver más acá. Por eso, en un tiempo en que las clases ya no luchan entre sí y la tensión social se genera entre empleados y desempleados, no entre empleados y empleadores, la recluta de Boyer tiene el valor de un gesto de penitencia.

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