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Los refugiados y el show de Berlusconi

Promete vaciar Lampedusa de inmigrantes y hacer de la isla un edén

Los refugiados y el show de Berlusconi REUTERS

ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

En 24 horas Lampedusa ha pasado del infierno al paraíso, gracias al «milagro» de Silvio Berlusconi. El primer ministro viajó ayer a la isla, transformando la visita y discurso a sus habitantes en un «show». El martes, Lampedusa era un infierno por el caos y el hacinamiento de los inmigrantes tunecinos y libios; el miércoles, el primer ministro italiano convertía la pequeña isla en un paraíso, gracias a una serie de promesas del Cavaliere a los 5.400 habitantes, desbordados y en pie de guerra al ver que su territorio de 25 kilómetros cuadrados era ocupado por más de 6.000 inmigrantes llegados desde el Norte de África en la resaca de las revoluciones árabes. Desde el inicio del año, en sus costas han desembarcado 21.725 refugiados.

En primer lugar, Berlusconi les prometió que, «en las próximas 48 o 60 horas, la isla será habitada solo por los lampedusanos. Hemos dispuesto seis naves para llevar a los inmigrantes a Sicilia y a otras regiones de Italia. Una séptima estará siempre aquí para transportar a otros lugares a los inmigrantes que vayan llegando».

La situación en Lampedusa era insostenible: en los últimos días se llegó casi al colapso. El martes, por ejemplo, más de 2.000 inmigrantes se quedaron sin comida. El flujo imparable de indocumentados ha alcanzado un número superior al de residentes. Por el hacinamiento y falta de higiene, las autoridades habían hablado de riesgo de epidemias y denunciado que la familias no se atrevían a mandar a sus hijos a la escuela.

Pero Berlusconi anunció otra medida un tanto pintoresca: «Como yo soy un empresario prestado a la política, empleo métodos empresariales. He comprado barcos pesqueros para que no puedan ser utilizados para el éxodo de tunecinos. Así, cuando me jubile de la política, los utilizaré yo para montar una industria para el pescado fresco».

Comprará una villa

Vestido de manera informal, sin corbata y con camisa oscura, micrófono en mano y brazos en alto, Berlusconi habló a una multitud desesperada que se había congregado ante el ayuntamiento de Lampedusa. Con el tono y maneras de un prestidigitador, en un discurso improvisado, montó una especie de show, en el que sacó de su chistera una larga serie de promesas para convertir la isla en un edén: petición del premio Nobel de la Paz para Lampedusa; una moratoria de la fiscalidad de la seguridad social y de las transacciones bancarias, para convertir a la isla en zona franca; un plan para el turismo, con promoción en televisión... e incluso un casino y campo de golf.

La guinda llegó con este anuncio: «Me convertiré en lampedusano». A su colección de casas, añadirá una villa en Lampedusa: «He buscado en internet y me he comprado una casa en la Cala Francesa». «Mañana la prensa de izquierdas dirá que hay un conflicto de intereses, porque las medidas adoptadas irán destinadas también en mi beneficio». Berlusconi concluyó soñando con «Lampedusa convertida en un paraíso, con los colores de Portofino».

Y para remate, he aquí el chiste que el propio Berlusconi contó a unas madres en la base aérea de Lampedusa: «Durante una investigación de los fiscales se le pregunta a una serie de mujeres si quieren hacer el amor con Berlusconi. El 30% responde: “Ojalá...”; y el otro 70%: “¿De nuevo?”. Después, a otra señora le ha recitado una poesía, dedicada a sus bellos ojos... Berlusconi en estado puro.

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