El Congreso avala la guerra de Libia con tres votos en contra

En su primera intervención, Zapatero ha destacado la posición de la comunidad internacional ante Libia, y ha defendido que la intervención en Libia se debe a un «principio humanitario», para defender a los ciudadanos de ataques por las propias fuerzas libias. El presidente del Gobierno ha querido poner el acento en ese principio humanitario: «Pronto fue evidente que la emergencia humanitaria reinante en el país era la prioridad fundamental».

Zapatero también ha subrayado con insistencia la base legal que hay para la intervención, con la resolución 1.973 de Naciones Unidad, y ha dejado claro que no incluye la ocupación del territorio libio «bajo ningún concepto». «La contribución española tiene como objetivo garantizar la zona de exclusión aérea y asegurar el embargo acordado por las Naciones Unidas», ha explicado.

También ha indicado que la resolución 1.973 no pretende la expulsión del coronel Gadafi del Gobierno de Libia.«Su objetivo era advertir al coronel Gadafi de que dejase de usar las armas contra su pueblo, de que si no lo hacía así, la comunidad internacional estaba dispuesta a usar la fuerza para poner fin al genocidio contra su pueblo».

El presidente del Gobierno ve «prudente» la petición que estaba haciendo al Congreso: «un mes para el control y garantía de la zona de exclusión aérea, tres meses para la operación de aseguramiento del embargo». Eso sí, si las necesidades de la operación internacional «lo exigieses», el Gobierno acudirá de nuevo a solicitar la autorización de la Cámara.

El debate con Mariano Rajoy fue de guante blanco, suave, nada que ver con los de Irak de hace ocho años. De hecho, ni Zapatero ni Rajoy han mencionado aquella guerra ni una sola vez, aunque el presidente del PP ha lanzado algunas indirectas: «En lo que de nosotros dependa, nadie tendrá ocasión de pensar que la posición de los españoles en el mundo sea inestable, nadie podrá temer que nuestra lealtad con los aliados se muestre pendular, y nadie podrá sospechar que la palabra de los españoles es movediza u oportunista».

Rajoy ha afirmado que el PP apoyaba al Gobierno porque «siempre hemos estado con nuestros aliados y, sobre todo, porque nos sentimos solidarios con los civiles que sufren indefensos el ataque despiadado del coronel Gadafi».

El apoyo a la decisión del Gobierno de Zapatero se ha repetido con los portavoces de CiU, PNV, ERC, Coalición Canaria, UPyD y UPN. Josep Antoni Duran i Lleida (CIU) ha sido el primero en hablar de Irak, al recordar que algunos se opusieron porque no había mandado de Naciones Unidas, algo que sí ocurre ahora, ha dicho. Josu Erkoreka (PNV) ha expresado su apoyo condicionado al cumplimiento escrupuloso de los límites que impone Naciones Unidas en su resolución.

Gaspar Llamazares (IU), que subió a la tribuna con el cartelito en la solapa del «No a la guerra», ha ido directo: «Quién le ha visto y quién le ve. Ha pasado del no a la guerra, a "sí, pero" en Afganistán, y ahora al sí a la guerra». Una afirmación que ha molestado especialmente a Zapatero, tanto que en su réplica ha acusado a Llamazares de hacer una desfiguración burda de su postura. Zapatero ha defendido la coherencia de sus decisiones bélicas.

«Me he traído todos los debates sobre la guerra de Irak», ha comentado Zapatero, preparado para un ataque dialéctico en el Parlamento. Según ha señalado, su coherencia se basa en apoyar una guerra cuando esté en juego la defensa de la paz y seguridad en el mundo, cuando esté sujeta a la autoridad de Naciones Unidad y cuando esté de acuerdo al Unión Europea.

Al final de la votación, cuatro invitados de la tribuna (los únicos prácticamente de todo el debate), que habían dado la apariencia de jubilados ociosos e interesados por la política, comenzaron a gritar «No a la guerra», e incluso una de las mujeres, obligada a salir, empezó a clamar «¡socorro!».