VINO
EN EL NOMBRE DE UNA ESTRELLA
Un resplandor fue. O fue la luz. Sí, se hizo la luz. Quizá también asomó un resplandor cuando este vino se apoderó de dos de mis sentidos: olfato y gusto. Un resplandor me advirtió de la gloria y nobleza que reclama con motivo la bodega Ermita del Conde y sus elaboraciones, entre ellas Pago del Conde. La edad oscura en el Universo concluyó cuando apareció la primera generación de galaxias. Y sus estrellas. Hoy, que estaba a oscuras, me he encontrado un vino con aptitudes para ser universal: «Predicado de muchos». Y predicado viene de predicar. Pero no es un exceso alabar la luminosidad que desprende Pago del Conde.Un vino que me arrastra lejos de las tinieblas gracias a su inmensa fruta nacida de viñas viejas a casi mil metros de altura. Gracias a su frescura y elegancia. Toques minerales, simbiosis perfecta con la barrica. Gracia cierta. Intensidad, equilibrio, plenitud. Sí, su luz me ilumina. No alcanza a ser una galaxia, pero cuando la noche deja que tu mirada posea una estrella, esa estrella se llama Pago del Conde. Y ese cielo se contempla en el pueblo burgalés de Coruña del Conde. Y hasta mi casa llega.
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