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Cinco reactores con problemas

«L a actual crisis creada por el terremoto, el tsunami y las centrales nucleares es la más seria desde la Segunda Guerra Mundial». Tras un par de días en los que ha sido acusado de actuar con demasiada lentitud, el primer ministro de Japón, Naoto Kan, reconoció ayer las proporciones bíblicas de la triple catástrofe que sufre su país desde el viernes.

Aunque la mitad nororiental del territorio ha quedado sumida en el caos y la destrucción, Kan lanzó un mensaje de ánimo a sus abatidos compatriotas. «Que podamos superar esta crisis depende de cada uno de nosotros. Creo firmemente que podemos derrotar a este gran terremoto y tsunami estando unidos», aseguró en una comparecencia en televisión donde «olvidó», quizás a conciencia, su mayor problema: el riesgo de una explosión atómica en la planta de Fukushima, a sólo 250 kilómetros de Tokio.

A la desesperada, los técnicos llevan ya tres días intentando enfriar dos de sus seis reactores nucleares, cuyos sistemas eléctricos de refrigeración han fallado al ser golpeados por la fuerza del terremoto y el tsunami. Tras la explosión del sábado, que provocó una fuga radiactiva en el reactor número 1, los operarios han optado por inyectar agua del mar y ácido bórico en el número tres para que la temperatura no siga subiendo, lo que acabaría haciéndolo estallar. La radiación ha excedido los niveles de seguridad porque el agua que circula para enfriarlo ha bajado hasta dejar al descubierto tres metros de barras de combustible, cuyo calor ha aumentado la presión.

«No sabemos qué hacer con esto», admitió impotente el portavoz del Ejecutivo, Yukio Edano, quien no descartó la posibilidad de que haya comenzado el temido proceso de fusión nuclear en ambos reactores. Todo ello a pesar de bombear agua marina y, para rebajar la presión, liberar vapor de gas a la atmósfera hasta superar los límites permitidos de 500 micro «sieverts» por hora hasta 751.

Nivel 4 de 7

Aun así, la compañía que opera la central, Tokyo Electric Power Corporation (TEPCO), sigue insistiendo en que estos niveles no suponen un peligro para la salud humana. Pero su credibilidad deja mucho que desear entre los japoneses desde que, en 2002, su presidente tuviera que dimitir junto a otros cuatro ejecutivos tras reconocer que habían falseado los informes sobre la seguridad de sus instalaciones.

¿Puede convertirse este desastre en un nuevo Chernóbil, la central de la extinta Unión Soviética que propagó una nube radiactiva por Europa en 1986? Eso es lo que, angustiado, se pregunta el mundo entero mientras los expertos no se ponen de acuerdo. De momento, ya es el accidente más grave desde entonces. La propia Administración nipona lo ha situado en el nivel 4 de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos, que va del 0 al 7 y sigue encabezada por Chernóbil, cuyas consecuencias siguen apareciendo hoy en forma de tumores malignos y horrendas malformaciones. A continuación, en el nivel 5, se sitúa la tragedia acaecida en 1979 en Three Mile Island (Pensilvania), la central americana cuyo núcleo se fundió liberando gran cantidad de material radiactivo.

Para colmo de males, el Gobierno decretó también el estado de emergencia en la planta de Onagawa, la más cercana al epicentro del terremoto, al detectar una subida de los niveles de radiactividad. Posteriormente estos niveles descendieron a valores normales. Y en Tokai, a 120 kilómetros de Tokio, el sistema de bombeo de los circuitos de refrigeración experimenta problemas.

Con el archipiélago nipón al borde del colapso y la producción paralizada en las fábricas de multinacionales como Toyota, Honda, Nissan o Mitsubishi, el primer ministro anunció cortes de electricidad de hasta tres horas al día para garantizar el suministro a las provincias afectadas.

En éstas, el número de fallecidos por el terremoto y el tsunami se ha elevado a 1.600, pero podría rebasar los 10.000. El motivo es que la Policía de Miyagi, una de las prefecturas más afectadas, no encuentra a 9.500 de los 17.000 habitantes de Minamisanriku, un pueblo borrado del mapa.

Pero lo peor es que el imperio del Sol Naciente seguirá a merced de la Naturaleza. Las réplicas son constantes y los expertos han alertado de que hay un 70 por ciento de posibilidades de que alguna de ellas supere antes del miércoles los 7 grados de magnitud. Después de ese día, la probabilidad se reduce a un 50 por ciento en un área de 500 kilómetros de largo y 200 de ancho frente a las costas de Ibaraki y Miyagi.

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