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Fukushima, ciudad fantasma

La región más golpeada por el terremoto sigue amenazada por las réplicas y el desabastecimiento

Fukushima, ciudad fantasma REUTERS

PABLO M. DÍEZ

«Nací aquí hace 65 años y estoy acostumbrado a los temblores, pero jamás había sentido nada igual. Este ha sido el terremoto más fuerte de mi vida y pensaba que no iba a contarlo». Pocas horas despues del devastador seismo que sacudió el este de Japón el viernes y desató un tsunami de diez metros que barrió más de 2.000 kilómetros de su costa, Haroo Ohashi aún no se ha sacado el miedo del cuerpo.

Aunque intenta guardar las formas como manda la estricta cultura nipona, este educado conductor no puede evitar estremecerse cuando piensa «en los treinta o cuarenta segundos que duró el temblor». «Fueron interminables; estaba en una librería y todo el suelo bailaba con fuerza. Solo podía pensar en sujetarme a algun sitio para no caerme», explica en el aeropuerto de Fukushima, donde empieza la «zona cero» de la catástrofe a solo 250 kilómetros de Tokio.

Para un país moderno y desarrollado como Japón, surcado por autopistas de varios niveles y futuristas «trenes bala» que circulan a 300 kilómetros por hora, se trata de una distancia corta, pero llegar hasta aquí supone una verdadera odisea. Golpeado por el mayor terremoto de su historia y rematado por una gigantesca ola que ha dejado a su paso escenas dantescas, el imperio del Sol Naciente se encuentra sumido en el caos y la desolación.

El noreste de la isla está prácticamente incomunicado. Plagadas de socavones o con puentes literalmente borrados del mapa, las autopistas se encuentran cortadas y solo abiertas a los vehículos militares y de emergencias. Colapsados, en los aeropuertos de Tokio han quedado atrapados miles de pasajeros, muchos de los cuales intentan volar hacia las ciudades azotadas por el tsunami para reunirse con sus parientes. Precisamente, este corresponsal pudo llegar ayer hasta Fukushima gracias a un vuelo no previsto de la aerolínea ANA que transportaba a unos pasajeros angustiados por no saber nada de sus familiares.

Costa de la muerte Batiendo sus helices, un helicóptero militar daba la bienvenida al aeropuerto, donde el caqui de los uniformes de los soldados se mezclaba con el naranja de los monos de los equipos de salvamento.

Llegados a bordo de 190 aviones y 25 barcos, son parte de los 50.000 militares que el Gobierno nipón ha movilizado para ayudar en las tareas de rescate. Entre medias, grupos de mujeres que huían con lo puesto y la palabra pánico aún escrita en el rostro.

En esta zona densamente poblada, el mapa de la desolación se agudiza a medida que uno se acerca a la costa, donde se ubican las centrales nucleares que amenazan con causar un Chernóbil de ojos rasgados. Tras el devastador terremoto de magnitud 8,9, la gran ola penetró hasta diez kilómetros en algunas franjas de la costa.

De momento, el Gobierno baraja unas cifras oficiales de 574 muertos, 1.105 heridos y 568 desaparecidos. Pero los medios calculan que puede haber mas de 1.500 fallecidos porque ayer aparecieron entre 200 y 300 cadáveres en un puerto cercano a Sendai, la ciudad más afectada por este desastre natural.

Cuando se rebusque entre los escombros, donde podría haber numerosas víctimas enterradas, el balance de muertos irá aumentando durante las próximas horas para revelar la verdadera magnitud de la tragedia, de la que el pueblo japonés tardará en reponerse. En buena parte del litoral no quedan mas que ruinas y 215.000 personas han sido alojadas en refugios temporales de cinco prefecturas .

Entre cinco y seis millones de hogares se han quedado sin electricidad y en otro millón no hay agua corriente. «Tampoco tenemos mucha comida, asi que debemos ayudarnos los unos a los otros», resopla resignado Sugama Atsushi, un rasta de 20 años que hace cola para recoger agua en un surtidor.

Los vecinos de Fukushima han hecho acopio de víveres ante el temor de que se repita un nuevo terremoto, ya que el Gobierno ha extendido la alarma de tsunamis. De noche, se quedan en casa y Fukushima parece una ciudad fantasma.

En las últimas horas, la tierra ha temblado de nuevo más de 125 veces. En ocasiones con una intensidad de hasta seis grados en la escala Richter, como comprobó anoche este corresponsal en las constantes réplicas que sacuden a Fukushima. El viernes, el terremoto tiró abajo la fábrica de relojes Hayashi Seiki, cuyo techo se desplomó como si fuera de mantequilla. Mañana nadie sabe a quién le tocara perder su hogar... o a su familia.

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