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El país mejor preparado para hacer frente a los terremotos

No obstante, la ingeniería nipona no pudo prevalecer ante la catástrofe natural

AP

M. J. PÉREZ-BARCO

Cuando la naturaleza se torna nefastamente caprichosa ni el país mejor preparado del mundo puede hacer frente a sus devastadores efectos. En esta ocasión, ni la capacidad económica, ni tecnológica, ni científica niponas han logrado frenar las graves consecuencias del fuerte terremoto y del posterior tsunami que ha barrido parte de su costa. Y eso que Japón cuenta con una dilatada experiencia a la hora de minimizar los efectos de seísmos que sufre de forma frecuente.

«Es un pueblo muy disciplinado y estricto a la hora de cumplir la normativa antisísmica. Siempre han procurado construir de acuerdo con las reglas del arte, pero además han innovado en la identificación de fenómenos y, tras el terremoto de Kobe de 1995, se han lanzado decididamente a instalar soluciones creativas como el aislamientos de base y la adición de disipadores de energía», apunta Enrique Alarcón, profesor de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

A lo largo de los años, los japoneses han ido reacondicionando sus construcciones gracias también a fuertes inversiones tecnológicas. «Ahora —dice el experto— la instalación de láminas de neopreno zunchado en la base permite alejar la estructura de la zona más dañina de la acción sísmica. La misma idea se ha usado para aislar las vibraciones transmitidas por ferrocarriles, se ha instalado en líneas de alta velocidad y en otras ocasiones es el propio edificio el que se aísla en su base como sucedió en el mercado Puerta de Toledo de Madrid».

En ese diseño antisísmico se utilizan hormigón armado en tabiques, columnas y pilares que permiten la limitación del daño. Y es que la construcción debe tener la capacidad de deformarse, vibrar y desplazarse sin romperse.

Desde luego, los japoneses pueden presumir de poseer los edificios más vanguardistas y seguros del mundo, ya que además son sometidos a continuas revisiones antisísmicas para comprobar que son capaces de resistir sacudidas fuertes. Requisitos que se trasladan incluso a la intimidad de cualquier hogar. «El cuerpo de la planta baja de las viviendas unifamiliares es muy rígido para que no se hunda ante un terremoto y se convierta así en un espacio habitable», señala José Manuel Dávila, vicedecano del Colegio de Arquitectos de Madrid.

Cultura antisísmica

Pero no son sólo las construcciones, la sociedad nipona ha desarrollado una cultura antisísmica a todos los niveles. El Gobierno asume que cada año tiene que realizar una fuerte inversión en paliar las catástrofes naturales. De forma automática las televisiones y radios emiten mensajes de alerta en cualquier momento de la programación. Todos los habitantes son avisados segundos antes de un terremoto a través de sus móviles. Y los megáfonos instalados en las calles indican las órdenes para evacuar. Un complejo dispositivo detecta el inicio de un movimiento sísmico e indica qué trenes deben parar de inmediato. Por todo el país hay tiendas que venden kits de emergencia y artilugios para fijar el mobiliario de las casas.

Incluso los más pequeños saben qué hacer y cuándo. Los planes de evacuación que llevan a rajatabla y se aprende desde muy temprana edad en la escuela cómo actuar y las normas a seguir ante un terremoto. Ensayos y simulacros se realizan varias veces al año.

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