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La monja feminista subirá a los altares

La Madre Bonifacia dedicó toda su vida a formar a las mujeres para que fuesen más libres. El próximo 23 de octubre Benedicto XVI la convertirá en santa

VIKI ESTEBAN

Mañana se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una fecha de la que, sin duda, hubiera disfrutada y participado activamente una salmantina que, en pleno siglo XIX, empleó su vida en la educación de las mujeres y en conseguir un trabajo digno que les permitiese lograr su autonomía. La obra de la Madre Bonifacia, que saltó las fronteras nacionales, se plasmó en una nueva Congregación, las Siervas de San José. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que labor de esta monja fuese suficientemente reconocida y valorada.

Pero su historia continuó hasta adquirir signos de santidad, al ser beatificada en 1994 después de que el Vaticano reconociese la curación milagrosa de un vallisoletano al que se había diagnosticado un cáncer de hígado irreversible. El siguiente paso fue el proceso de canonización, que ha supuesto el reconocimiento de un segundo milagro, en este caso en la persona de un ciudadano de El Congo, que se encontraba ingresado en un hospital de las Siervas de San José, lo que dio via libre a su canonización prevista para el 23 de octubre, Jornada Mundial de las Misiones (Domund).

Una vida, la de la Madre Bonifacia, que estuvo muy ligada a Socorro, que, convencida de que la historia merecía la pena ser contada, decidió cavar un agujero detrás del altar de la capilla y esconder allí su tesoro. La amiga de Bonifacia, también Sierva de San José, se encargó de que el hueco quedara bien cubierto por cemento y evitar así que la tierra destruyera los importantes documentos de la caja en las que se narraba su obra y milagros. Al resto de religiosas de su congregación en Zamora les pidió que juraran no revelar nunca el secreto. La caja permaneció escondida desde 1907 hasta 1936. Y a partir de 1936 se hizo justicia y comenzó a reconocerse la labor de Bonifacia Rodríguez, fundadora de las Siervas de San José.

El Papa Juan Pablo II la beatificó en 2003 y ahora el Santo Padre Benedicto XVI la canonizará el 23 de octubre. Una noticia que ha sido acogida con gran alegría tanto en Salamanca, donde nació, como en Zamora, donde desarrolló su misión en plenitud.

Actualmente en Zamora existen dos comunidades de las Siervas de San José: el centro educativo concertado Divina Providencia y el colegio San José. Precisamente, el espacio que ocupa ahora el Divina Providencia fue el lugar donde instaló la Madre Bonifacia su casa taller. También en este punto las religiosas y profesoras, vinculadas al actual proyecto han mostrado su satisfacción y responsabilidad por lo que supone la canonización de la Fundadora.

«Es para nosotras una interpelación, un motivo más para fijarnos en ella», señala la religiosa y directora del centro educativo zamorano, Mercedes Lozano. La profesora de Música, Yoli Concejo, considera que Bonifacia fue una religiosa y una mujer distinta a las demás porque era «innovadora, creadora, iba por delante en la sociedad del siglo XIX en la que vivía, quería a toda la gente, se llevaba bien con todos». Tan moderna resultó para su tiempo que «la máquina de coser que trajo a Zamora fue la más adelantada en la época», apunta Yoli.

Y es que Bonifacia Rodríguez, que nació en Salamanca el 6 de junio de 1837, se crió en una familia humilde dedicada a la industria textil. «A los 13 años aprendió el oficio de cordonera y con él comienza a ganarse el sustento a los 15 años, tras fallecer su padre», destaca Mercedes. Un taller familiar que, poco a poco, fue recibiendo a mujeres de escasos recursos y formación y se convierte en El Taller de Nazaret, hasta que «al calor de su amistad y de los largos ratos que pasaban se creó la Asociación Josefina». El trasfondo evangélico de aquel taller no pasa desapercibido a su director espiritual, el jesuita Francisco Butinyà, y aquella misión dio como resultado las Siervas de San José, que comenzaron su vida en comunidad en 1974.

Los problemas llegan cuando Butinyà es «desterrado» de Salamanca y Bonifacia comienza a sufrir «rechazo, marginación... Para ella llega una dura persecución porque no tenía apoyo del nuevo director, el Padre Repila», destaca la coordinadora de la comunidad San José, Almudena Prieto. «No entendían a una religiosa que no quería llevar hábito, que estaba cerca de la mujer y se preocupaba por la formación», resalta la profesora del Divina Providencia, Mª Carmen de Paz; y es que su mensaje «es muy actual, podría estar escrito hoy mismo», añade su compañera Yoli.

El rechazo nunca fue contestado por Bonifacia que se vio obligada a dejar Salamanca para instalar su casa taller en Zamora. «Aquí encontró el respaldo del obispo Belestá y puso en marcha un segundo taller solidario al servicio de la mujer trabajadora y Bonifacia sigue estando muy presente en esta casa, está entre nosotras, su espíritu aún lo sentimos», afirma la religiosa, Mª Valle Sebastián.

Bonifacia murió en 1905 en Zamora, donde fue enterrada, aunque sus restos se acabaron por trasladar a Salamanca en 1945. Después de su fallecimiento, su fiel compañera, Socorro, se encargó de escribir su biografía y de guardar algunos de sus objetos personales y material de trabajo utilizado por ella. Todo lo recopilado decidió meterlo en una caja y esconderlo en un agujero que ella misma cavó detrás del altar de la capilla de su casa taller; consciente la amiga de las discrepancias que aún surgían en torno a la figura de Bonifacia.

Finalmente en 1936 una de aquellas compañeras de Bonifacia y Socorro desveló el secreto, «después de que en el penitenciario le levantaran el juramento», detalla Mercedes. «Se pusieron a cavar y a cavar y encontraron todo. A partir de entonces se hizo justicia con la fundadora y se produjo el reconocimiento de Bonifacia por todas las Siervas de San José. Entonces llegó la unión».

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