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José Rodrígues Dos Santos: «Hablar del verdadero Islam es políticamente incorrecto»

El escritor portugues presenta en España su novela «Ira divina», en la que aborda la verdad sobre el radicalismo islámico y el riesgo de que éste pueda utilizar la energía nuclear para lograr sus objetivos: conquistar Occidente

EFE

SUSANA GAVIÑA

Considerado por algunos como el Dan Brown luso , o el Pérez Reverte portugués , José Rodrígues Dos Santos (Mozambique, 1964) es una de las caras más conocidas del país vecino (presenta el telediario de la noche de la RTP, la televisión pública). Colaborador de la BBC y de la CNN, ha cubierto varios conflictos —Angola, Israel y Palestina, Iraq, Bosnia, Serbia, Líbano y Georgia— , lo que le ha permitido conocer de primera mano los puntos más calientes del planeta.

Tras vender casi 180.000 ejemplares, se traduce ahora al español su novela «Ira Divina» , en la que aborda, de manera documentada, la verdad sobre el radicalismo islámico, y el riesgo de que éste pueda utilizar la energía nuclear para lograr sus objetivos: conquistar Occidente . El libro comienza con una cita del propio Bin Laden, fechada en 1998. «Comprar armas para defender a los musulmanes es un deber religioso. Si es cierto que he adquirido esas armas (nucleares), doy gracias a Dios por que me haya permitido hacerlo. Y si estoy intentando comprarlas, no hago más que cumplir con mi deber. Para un musulmán sería pecado no intentar contar con armas capaces de evitar que los infieles causen daño a su pueblo».

Mientras un grupo checheno roba uranio enriquecido en unas instalaciones de la antigua Unión Soviética, en El Cairo crece Ahmed buscando la mejor manera de servir a Alá. En otro escenario, un profesor de la Universidad de Lisboa, especializado en lenguas antiguas y criptología, Tomás Noronha, es reclutado por la CIA para descifrar un mensaje que puede cambiar el curso de la historia. «Ira divina» coincide en un momento de efervescencia y convulsión en el mundo árabe, c on la caída de Mubarak, y el efecto contagio en otros países, como Libia, Argel, Yemen..., que reivindican el fin de las dictaduras y exigen mayores libertades. Una oportunidad histórica no exenta de riesgo, donde la democracia puede convertirse en un instrumento de doble filo.

—¿Cómo surgió este libro?

—Estaba en Pakistán en 2008 para cubrir las elecciones presidenciales que supusieron la salida del poder de Musharraf. En aquellos momentos me planteé hacer una novela sobre la posibilidad de que Al Qaeda tirara la bomba atómica.

—¿Partía de algún hecho real o se trataba tan solo de una especulación?

—Se sabía que Pakistán tenía armas nucleares, y el jefe del ISI, los servicios secretos de Pakistán, decía que era su responsabilidad como musulmán compartir con todos los musulmanes la bomba atómica. Esto abría la posibilidad de que llegara a Al-Qaeda, por que el ISI mantiene relaciones con esta organización. Me pareció un buen argumento para una novela.

—¿Cuáles han sido sus fuentes de investigación?

—Al principio me centre en la ingeniería nuclear para construir la bomba, y luego me di cuenta que necesitaba entender lo que sucedía en la cabeza del radicalismo musulmán, por lo que empecé a leer diversos documentos o libros, como el Corán, testimonios autobiográficos de personas pertenecientes al radicalismo... Así comprendí que todo tenía relación con el Islám, hasta un punto que yo no imaginaba. Mi opinión hasta entonces era la misma que tiene la gente en general. Creía firmemente que el Islám era una religión totalmente pacífica y que un grupo radical de locos la había secuestrado y la habían transformado en sus fundamentos. Ése era el discurso oficial y yo no tenía razones para pensar lo contrario. Pero cuando empecé a leer el Corán, la vida del profeta Mahoma... comencé a ver que la realidad era bastante diferente al discurso políticamente correcto que nos habían dado. Así, el tema principal de mi novela cambió y se centró en el radicalismo. Continúe con el de las armas nucleares, pero este otro era mucho más importante, pues hablar del verdadero Islám se ha convertido en algo «políticamente incorrecto». También entendí que estabamos siendo muy ingenuos. Yo pensaba que la paz era un valor universal de todas las religiones, el cristianismo, el budismo... pero no es así. El Ayatollah Jomeini escribió un libro «El Islám no es una religión de pacifistas», y no se le puede acusar de islamófobo. Creo que los moderados se avergüenzan de esta parte del Islám, y quizá por eso no hablan de ella. Mientras tanto nosotros pensamos que los radicales están locos y no les escuchamos, pero es importante hacerlo. Algunas veces lo que está escrito quiere decir lo que está escrito. Sucedió lo mismo con «Mi lucha» de Hitler, que aplicó lo que había escrito, algo a lo que nosotros no habíamos dado ningún crédito. Aquí sucede lo mismo.

—Usted llega a explicar con tanta claridad los fundamentos que rigen el pensamiento radical, que se crea un sentimiento de adhesión por su fidelidad hacia un libro sagrado como es el suyo, el Corán, la base absoluta de su doctrina y al que siguen de manera literal. Recuerda un poco a esa estructura de leyes que han construido y defienden organizaciones como la Mafia .

—No es como la mafia, el islamismo radical se acerca más al comunismo. Un pensamiento totalitario, con respuestas para todo sobre presupuestos falsos. Es totalitario y con ansias de conquistar todo el planeta. También las células islámicas funcionan como las células comunistas: tienen su secretario general, y el Islám tiene el emir; el partido tiene el comisario ideológico y los radicales el sheikh... Es muy parecido. De ahí la dificultad de encontrar un equilibrio en la novela para no animar a nadie contra los musulmanes, pero al mismo tiempo tenía que decir la verdad, que es políticamente incorrecta...

—Para este libro contó con el asesoramiento de Abdullah Yusuf, uno de los fundadores de Al-Qaeda y que participó en el primer atentado de la organización contra Europa. ¿Cómo contacto con él?

—Todas mis novelas son supervisadas por personas que son expertas en los temas que abordo. Cuando terminé el manuscrito de «Ira Divina» (el título está tomado un versículo del Corán), hablé con un clérigo musulmán portugués para que la revisará. Después le transmití mi deseo de que pudiera leerlo también algún radical pero yo no conocía ninguno así que el me dijo que conocía a otra persona que conocía un fundador de Al-Qaeda. Durante un mes o mes y medio intercambiamos mensajes diariamente. Él se leyó el libro y me hizo algunas correcciones, como el funcionamiento del campo de los entrenamiento en Afganistán, la comida que tomaban, y algunos aspectos ideológicos... Yusuf siempre se mostró muy reservado y sus respuestas eran apenas monosílabos para confirmar o desmetir alguna duda.

—¿Le puso alguna condición para asesorarle?

—Nunca. Creo que para él era importante que la gente entendiera su doctrina. El problema de los radicales, es que pensamos que están locos. Era una oportunidad para explicar en Occidente cómo es el Islám de una manera que no fuera subestimada.

—¿Hablaron sobre Bin Laden?

—Siempre tuvo mucho cuidado en no revelarme muchas cosas, pueso era muy arriesgado para él.

—El momento más intenso de esta relación epistolar llegó cuando se encontraron en persona.

—Fue en la presentación del libro en Lisboa. En la sala había 700 personas y fue surrealista. Un punto que es muy importante en la sharia, la ley islámica, es que la fuente primera es el Corán, y la segunda es el ejemplo que dio el profeta Mahoma. En este caso, él hacia solo la yihad ofensiva, y eso es ley, conquistar el mundo. Pero también tenía esclavos, algo que hoy el propio Al-Qaeda no acepta. Esto es un precedente que no respeta el ejemplo del profeta. Sin embargo, Yusuf lo desmintió durante la rueda de prensa al afirmar que hoy la esclavitud es una práctica musulmana «honorable», y que Al-Qaeda tiene esclavos. «Yo los tenía en Afganistán», aseguró.

—Algo que se desprende de su libro, es la ignorancia que existe en Occidente sobre el Islám.

—Basta recordar a Clinton cuando dijo en público que era una religión perfectamente pacífica, aunque creo que la CIA conoce la realidad.

—Usted afirma que la educación en las escuelas es una manera de evitar la formación de radicales, pero no siempre es así...

—Leí muchas biografías de musulmanes para ver cómo son captados por los radicales. Cuando estos últimos hablan, todos pensamos que dicen tonterías, pero si leemos el Corán vemos que están escritas. Cuanto más educado está un musulman tiene dos posibilidades: renegar del Islám, porque empieza a entender lo que es; y segundo, transformarse en un radical. El 80% de lo que aprenden los niños en la Madraza es el Corán. En estos momentos, Arabía Saudí está financiado madrazas con una ideología radical en todo el mundo islámico. Son viveros de radicales. Después de los atentados del 11-S, los americanos empezaron a hacer mucha presión sobre Arabía Saudí para cambiar esa ideología, aunque es algo muy difícil.

—¿Habría entonces que expurgar las madrazas y también el Corán?

—Los turcos lo hicieron. Ataturk comprendió ese problema y separó el poder de la religión y las mezquitas, prohibió el velo, y algunas partes del Corán. Por esa razón, todos los turcos que fueron captados por los radicales, ninguno fue educado en Turquía, sino en Occidente, sobre todo en Alemania, donde funcionan libremente.

—Esto significa que los radicales están utilizando la libertad de Occidente para formar a más gente en su doctrina...

—Lo mismo que hizo Hitler, que utilizó la democracia para destruir la democracia. Es como el fascismo, que esta regido por un concepto de supremacia, ideológica y racial. El Islám radical implica supremacia religiosa, eso es una forma de fascismo. Si conocemos la raíz del problema nos podemos preparar para afrontarlo más fácilmente. En la actualidad, en nuestras escuela no se puede enseñar el fascismo, pero por qué se permite enseñar que una religión es superior a las demás. Eso supone un gran riesgo, con repercusiones graves en el trato hacia las mujeres, que se están sumando a la lucha.

—Con la caída de Mubarak, y el efecto contagio en varios países donde se está luchando por la democracia, ¿no cree que ésta se puede convertir en un instrumento de los radicales para alcanzar el poder?

—No debemos olvidar que los radicales ganaron las elecciones en Argelia y Hamas en Palestina. Hamas dice en sus libros escolares que la conquista de Al-Andalus es una prioridad para el mundo musulmán. Son personas muy peligrosas. En Egipto, los Hermanos Musulmanes son, según estudios de opinión, el primer partido de país, y es muy posible que ganen las elecciones. ¿Qué haremos entonces? Podemos criticar el gobierno de Mubarak y Gadafi, y todo lo que digamos es verdad y seguro que es peor de lo que nos creemos, pero ¿cuál es la alternativa? Esos hombres servían de tapón para que no escalaran los radicales. Ahora, ¿qué va a suceder? Tenemos la esperanza de que vaya para mejor. Algunos países se inclinarán hacia hacia la democracia y tal vez hacia un cierto secularismo... pero no todos lo harán. Lo que sucedió en Argelia debe ser muy ilustrativo para nosotros.

—¿Dónde está la solución?

—Yo creo que está en las escuelas. Si no podemos actuar en ellas, habría que intentar otras opciones para detener este problema, como cortar la inmigración porque los que vienen no son problemáticos, sino sus hijos. Son ellos los que están provocando problemas en Alemania, en Francia, en Inglaterra... Han adquirido la nacionalidad y se han transformado en radicales. Es una prueba de que la política multicultural no funciona cuando algunas culturas son intolerantes. Funcionó con los hindues, que están integrados; los budistas, lo mismo..., pero no ha funcionado con los radicales islámicos. Tengo la teoría de que tenemos ser tolerantes con los torelantes, pero no podemos serlo con los intolerantes. Cuando lo fuimos en el 34 sucedió lo que sucedió. No podemos olvidar que Francia va a tener mayoría musulmana en 2020 por el crecimiento demográfico. Cada familia francesa tiene 1,7 hijos, frente al 8,7 de las familias musulmanas. Eso puede crear problemas muy graves, y los franceses parece que están despertando. El problema de los radicales musulmanes es que no están integrando los valores occidentales, porque son diferentes. Para llenos no existe la libertad de expresión. Según Mahoma hay que matar a quien critique al Islam, y eso no es posible en una democracia.

—¿La democracia supone un riesgo en estos momentos?

—En Argelia lo intentaron hacer pero no lo consiguieron porque actuó el ejército. En Egipto creo que sucederá lo mismo. Si triunfa la revolución islámica estoy convencido de que actuará el ejército, lo parará, porque muchos cuadros de oficiales del ejercito se han formado en Estados Unidos, y esto tiene mucha influencia, además del dinero. Pero espero que no se tenga que llegar a eso. Muchos líderes utilizan la religión para utilizar y manipular a la gente, y eso no resuelve los problemas. En muchos países árabes se inclinaron hacia el socialismo, cuando esto falló optaron por el islamismo. En 20 años tal vez entiendan que eso no funciona. Algunos países no lo pueden entender porque tienen el apoyo del petróleo, como es el caso de Arabia Saudi, que es radical, pero ese modo de funcionar arruina un país. Como tienen el petroleo no ven las consecuencias de una política semejante. Sin embargo, otros, como Túnez, que no lo tiene, si van por esa línea saben que significa su destrucción porque perdería el turismo. Basta recordar el caso de los Hermanos Musulmanes que mataron a un grupo de turistas Luxor, algo que les convirtió en muy impopulares porque fue un ataque al bolsillo de Egipto. Creo que esta cuestión puede ser un punto de contención al islamismo radical.

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