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AL DÍA

GAS EN CADA PISO

IGNACIO RUIZ QUINTANO

En México, según nos ha contado Manuel Martínez Cascante, los teatreros se buscan la vida y han puesto en marcha lo que él llama «Teletalía», o teatro a domicilio, a imitación de Telepizza. Pongamos que aquí, en Madrid, uno está en su casa, le hastía ... la enésima representación en TV de la compañía de Roures, Guardiola, Messi e Iturralde, pero no puede desplazarse al Teatro Español de Mario Gas en la calle del Príncipe para ver a la ex de Mario Gas haciendo un papel de Tenessee Williams, que tanto gusta a Mario Gas. Pongamos que Madrid fuera culturalmente una potencia como México: entonces yo podría telefonear a Alicia Moreno para pedirle una representación de «Un tranvía llamado Deseo» dirigida por Mario Gas en el salón de mi casa. «Gas en cada piso», se llamaría ese programa teatral, si fuéramos la mitad de perspicaces que los mexicanos. Ellos nos envían a su Claudio Valdés con la mamarrachada del «Montezuma», pero nosotros somos incapaces de, a cambio, apropiarnos de su marketing teatral, que tanto dinero municipal nos ahorraría, si tenemos en cuenta la cantidad de multas de Gallardón que irán a parar al Español. Hombre, es verdad que hoy «Un tranvía llamado Deseo» se nos hace casi un tabarrón, pero ahí hemos tenido, prorrogando, a Nuria Espert con «La violación de Lucrecia». Los teatreros mexicanos a domicilio cobran cien pesos por persona, que es menos del gasto que en España cualquier parado destina a la cultura. Por cien pesos (el cambio a euros que lo haga José Manuel Campa, secretario de Estado de la cosa, que es el que sabe explicar por qué las familias españolas, aunque parezca lo contrario, son ricas de c…), por cien pesos mexicanos, decía, te viene Nuria Espert a recitarte en el sofá, como si fuera el «Reglamento comentado de don Pedro Escartín», un monólogo de «La dama de las camelias», la que tosía tan dulcemente como esas locutoras de telediario que tienen que leer las medidas de ahorro del ministro Sebastián.

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