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Miles de africanos se agolpan en Bengasi sin salida posible

Según Acnur, 110.000 personas ya han huido de Libia desde el inicio de las revueltas

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MIKEL AYESTARAN

No aparecen en las listas de ninguna embajada. No existen. Miles de trabajadores africanos esperan en el puerto de Bengasi a que alguno de los barcos que llega estos días les lleve a un lugar seguro. Muchos de ellos no tienen papeles y llegaron al país árabe aprovechando la política de puertas abiertas de Gadafi en los noventa; otros, como el nigeriano Okoye Obikuwu, tienen todo en regla, pero no les ha servido de nada.

«Llevo más de un año trabajando noche y día, me han explotado como a un animal y ahora me dejan aquí tirado, por favor que alguien nos ayude», suplica este joven al que la revolución le ha dejado con lo puesto. Una camiseta del Chelsea y el buzo de trabajo es todo lo que tiene. «Mi jefe me avisó que saliera de casa de forma urgente y no me dio tiempo de coger nada. Lo he perdido todo, hasta los ahorros de todo un año», lamenta.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, estima que más de 110.000 personas han huido del país desde el inicio de las revueltas. Guterres ha advertido sobre el riesgo que sufren muchos ciudadanos de Irak, Sudán, Somalia y otros países pobres que no tienen recursos suficientes para abandonar Libia.

Después de más de una semana la comunidad internacional parece dispuesta a pasar a la acción. Francia anunció el envío de dos aviones con ayuda humanitaria, «doctores, médicos y enfermeras» a la nueva capital de la Libia liberada que podrían aterrizar «en las próximas horas», adelantó el primer ministro, Francois Fillon. El ministro de Exteriores australiano, Kevin Rudd, se unió a la nueva ofensiva internacional anti Gadafi y fue rotundo a la hora de pedir la declaración de zona de exclusión aérea.

Las grandes decisiones de la Unión Europea y las Naciones Unidas llegan mientras Human Rights Watch denuncia en Libia lo que considera un trato discriminatorio hacia ciudadanos africanos a la hora de organizar las repatriaciones. Unas 5.000 personas están abandonando cada día el país magrebí por el puerto de Bengasi, pero «en los barcos no aceptan a africanos porque temen que pidan asilo en los países de destino», asegura Paul Burkhart, miembro del organismo internacional en el país. «Se trata de una política discriminatoria hacia los africanos, pues sí aceptan repatriar a ciudadanos asiáticos o de Oriente Medio».

¿Dónde está la UE?

La denuncia de HRW se percibe nada más poner un pie en el puerto. Viven en barracones, hombres y mujeres separados, reciben dos comidas al día gracias al trabajo de cincuenta voluntarios de la Junta Nacional que intenta llenar el vacío de poder por la caída del régimen, y de dos médicos egipcios, el país que de momento más está colaborando. «¿Dónde están la ONU, los europeos, las ONG? Tenemos hambre, frío y mucho miedo a que nos confundan con sicarios si volvemos a la calle. El puerto es nuestra cárcel al aire libre», comenta Alex, ingeniero de Eritrea que trata de liderar la organización de los suyos entre este caos.

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