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El tocino y la velocidad

«Bajar la velocidad máxima en autovía de 120 a 110 es un pellizco de monja al depósito de gasolina»

Día 27/02/2011

ANTE la última disposición de nuestro Gobierno me ha venido a la memoria un editorial del «Financial Times» de principios de 2009: «Cuanto más tarde Zapatero en tomar las medidas que necesita la economía española para enderezar su curso —decía—, más difícil, costoso y doloroso le resultará enderezarla», y me pregunto si esa nueva disposición de tráfico no está confundiendo el tocino con la velocidad. Pues si lo que se busca es ahorrar gasolina por los acontecimientos en Libia, poco ahorro significan los diez kilómetros menos de velocidad máxima en autopista, y si es por ahorrar dinero, el impacto en la crisis general será aún menor. Todo apunta, por tanto, a que estamos ante otra de esas medidas de relumbrón, pero de apenas efecto en el curso de nuestra maltrecha economía, como el cheque-bebé o el arreglo de las aceras, que encantan a un gobierno especializado en hacer que hace mientras pasa el chaparrón.

Que es lo que ha venido haciendo Zapatero desde que, al no poder seguir negando la existencia de la crisis, se trazó la estrategia de ir poniéndola parches, en espera de que los demás saliesen de ella y tirasen de nosotros. Estrategia que ha resultado nociva por partida doble: a los demás les está resultando más difícil de lo esperado salir y los pocos que salen no están dispuestos a tirar de los que no han hecho el esfuerzo para lograrlo. Fue como Zapatero se encontró la primavera pasada con el ultimátum de sus socios comunitarios de que o tomaba las medidas necesarias para corregir los defectos estructurales de la economía española o le dejaban caer en la bancarrota, donde de hecho ya estaba. Con esa cara de niño bueno que pone cuando le han pillado con el bote de mermelada, nuestro presidente lo prometió. Pero llega otra primavera y siguen sin verse los brotes verdes tantas veces anunciados. ¿Causas? Pues que las medidas tomadas han sido a medias, con dejadez y llenas de agujeros. Como ésta, la última. Bajar la velocidad máxima en autovía de 120 a 110 es un pellizco de monja al depósito de gasolina. Si quisieran de verdad ahorrarse combustible, la bajarían a 90, que es, según todos los expertos, la ratioóptima velocidad/consumo. Pero ese tipo de medidas contundentes no van con un gobierno que ha hecho del amagar y no dar la clave de su gobernanza.

A no ser, naturalmente, que el verdadero objetivo sea aumentar la recaudación con las multas que se va a hinchar de poner hasta que el pie de los conductores españoles se acostumbre a no pisar tanto el acelerador. Capaces, desde luego, son. Si se dieran tanta maña en hacer las cosas bien como en engañarnos, estaríamos ya eligiendo el destino de nuestras próximas vacaciones, en vez de preguntándonos si podremos hacerlas.

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