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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

El innombrable

El PSOE se siente culpable de su liderazgo, que sobrelleva con una mezcla de incomodidad y arrepentimiento

Día 21/02/2011

NO lo quieren ni ver porque huele a derrota. A catástrofe, que dice Barreda. Le huyen los candidatos de primer nivel y apenas tiene peticiones para intervenir en la campaña electoral; los militantes quieren como refuerzo de los mítines a Rubalcaba… y a Felipe González. La mayoría huye de Zapatero como gatos del agua en un intento algo infantil de alejarse de su halo perdedor, de borrar su rastro para ver si el electorado es capaz de abstraerse de sus propias decepciones. En este momento, el PSOE se siente culpable de su liderazgo, que sobrelleva con una mezcla de incomodidad, vergüenza y arrepentimiento. A falta de mejor receta para retirarlo de la circulación, sin coraje o sin fuerzas para forzar el anuncio de la retirada que desearían para aliviar sus menguantes expectativas, los dirigentes que se la juegan en las elecciones locales y autonómicas han optado por la elipsis, por el simulacro de la ausencia. Se conforman como mal menor con no tenerlo cerca.

Federaciones importantes como Valencia, Madrid o Extremadura se las han apañado para apartarlo de sus proclamaciones preelectorales. Este fin de semana, la voz dominante del partido ha sido un Rubalcaba que actúa al mismo tiempo como cónsul, como copresidente y tal vez como precandidato de sí mismo. Desde Extremadura, feudo en peligro, se apoderó del discurso socialista relegando al líder -que comparecía en Oviedo-a un papel claramente secundario. Rubalcaba no tiene cargo orgánico relevante pero se ha convertido en el único miembro del Gobierno que no sale vapuleado en las encuestas y puede mantener algo de confianza en el clima depresivo de una socialdemocracia acongojada por la perspectiva de un descomunal batacazo. Si fuese por ellos, los militantes lo elegirían sucesor en el acto y lo proclamarían hermano mayor de la Cofradía del Clavo Ardiendo y la Última Esperanza.

El presidente se ha convertido para muchos de los suyos en un innombrable. Los candidatos eluden cualquier mención a su persona en los discursos, como si el Gobierno de la nación estuviese presidido por un fantasma. Le zurran al PP, como corresponde, o se centran en su propio programa territorial. Ayer, en Mérida, fue ninguneado de forma concluyente; Fernández Vara esquivó toda referencia al presidente, y el propio Rubalcaba sólo lo citó una vez y de pasada. Lo han sacado de la circulación en un forzado ejercicio de ilusionismo voluntarista, como el «Pravda» retiraba a los jerarcas que caían en desgracia del régimen. Pero se trata, y lo saben, de una ficción insostenible, de un artificio convencional que sólo sobrevive en el plano de la retórica. Un truco, un ejercicio de abstracción escenográfica, la falsa apariencia de un vacío nominal remotamente destinado a que los ciudadanos puedan siquiera por un momento llegar a creer que no está ni se le espera.

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