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Gadafi se tambalea tras ordenar el mayor baño de sangre de la dictadura

Saif Gadafi, su hijo, apareció ayer en televisión para advertir que Libia «está al borde de la ruptura y de la guerra civil». Al dictador ni se le vio

AP

LUIS DE VEGA

ENVIADO ESPECIAL

A ARGEL

Los muertos y el caos no dejan de aumentar en Libia, donde el régimen de Gadafi sigue manteniendo cerrada la puerta para que ninguna fuente independiente pueda presenciar qué ocurre allí. Ayer fue otra jornada de violencia sin control. Son las peores revueltas a las que tiene que hacer frente el líder de la revolución, en el poder desde 1969. Pero, pese a la represión desatada, Gadafi no las debe tener todas consigo, pues hay unidades militares que están desertando y pasándose con la oposición. Así ocurrió en Bengasi, donde algunas de las fuerzas desertoras contaron al personal del hospital que estaban liberando la ciudad.

Así las cosas, y mientras el líder libio se mantenía ausente, su hijo Saif —el presunto heredero— apareció en la televisión oficial para asegurar que «Libia se encuentra al borde de la guerra civil» y culpar a una «conjura extranjera» de las revueltas. Insistió en que Libia no es Túnez ni Egipto y que el petróleo es lo que une a los libios. Sin el oro negro, dijo, tendrán que emigrar los propios ciudadanos libios y se tendrán que ir las empresas extranjeras que lo explotan. «¿Cómo va a comer Bengasi sin petróleo?», se preguntó refiriéndose a la ciudad bastión de los opositores en caso de que esta se convirtiera en una especie de «emirato independiente». Y eso sí, prometió grandes cambios políticos en un inmediato futuro.

Para añadir más incertidumbre, un diplomático libio, el secretario adjunto de la embajada de Libia en Pekín, Husein Sadeq al Misurati, aseguró en la medianoche de ayer que Gadafi había huido del país con destino a Venezuela. Lo dijo en una entrevista a la televisión Al Yasira, en la que también anunció su dimisión. Poco después, otra cadena, Al Arabiya, hablaba «de noticias aún sin confirmar que refieren la partida de Gadafi» hacia un país extranjero. El hijo de Gadafi, no obstante, insistió en que su padre no ha abandonado Libia y sigue al mando del país. Aunque no deja de ser sintomático que haya sido el hijo y no el dictador quien diese la cara.

Los países europeos y Estados Unidos han aumentado estos días la presión contra el régimen libio por la brutal respuesta de las fuerzas de seguridad a las protestas, concentradas principalmente en la región oriental de Cyrenaica, donde se encuentra Bengasi. Entre los países europeos las excepciones son Chequia e Italia, cuyo primer ministro, Silvio Berlusconi, se mostró contrario a «molestar» al líder libio, lo que desató las críticas de la oposición. El régimen libio convocó al representante de la Unión Europea en Trípoli para amenazar a los Veintisiete con cesar la cooperación en la lucha contra la inmigración ilegal si persiste en su actitud de «animar» a la protesta.

La represión ha sido feroz. Un doctor de un hospital de Bengasi afirmó haber contado hasta 200 cadáveres en la morgue de personas muertas por las Fuerzas de Seguridad, según AP. Los centros no tenían material para asistir a los cientos de heridos. «¿Por qué el mundo no escucha?», se lamentaba el médico. Muchos de los muertos se produjeron por disparos de agentes de civil y militares mientras se llevaban a cabo los funerales y entierros. Se ha llegado a emplear incluso armamento pesado y ametralladoras contra los manifestantes.

Mercenarios

Las calles están patrulladas por «comandos especiales» integrados por los leales a Gadafi a los que se han unidos mercenarios extranjeros. Van armados, según relató un testigo, con cuchillos, rifles de asalto, gases y armamento pesado. Durante esta madrugada, varios ciudadanos de Trípoli informaron que en la ciudad había coches ardiendo y que se escuchaban disparos constantemente.

Human Rights Watch (HRW) informó por su parte de que los disturbios de los últimos días arrojan un saldo de 233 muertos solo en Bengasi. «Las fuerzas leales al coronel Muamar Gadafi están empleando una fuerza letal injustificada contra los manifestantes», según Amnistía Internacional (AI). La mayoría de los cadáveres, aseguraba esta ONG con sede en Nueva York, presentaban disparos en la cabeza y en el pecho.

La fuerza bruta, no obstante, no consiguió apagar la protesta. «¡Queremos derrocar al régimen!», gritaban los manifestantes delante del tribunal de Bengasi. La protesta incluso se apoderó de la capital, Tripoli, convertida también en campo de batalla.

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