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Columnas / AD LIBITUM

La zorra y el busto

La zorra actualizada resulta ser menor de edad, y lo que el busto no tiene de seso le sobra de sexo

Día 17/02/2011

CUANDO, dentro de un siglo, se escriba la crónica del que vivimos los historiadores subrayarán que en el primer tercio del XXI los líderes se llevaban largos de mano, cortos de vergüenza y carentes de talento; pero, entre todos ellos, Silvio Berlusconi ocupará un lugar de privilegio. Su desfachatez sobrepasa las medidas establecidas. Incluso en Italia, donde, desde César a Adriano, no escasearon los excesos amatorios, nunca se había llegado al nivel del que llaman «Cavalieri» y no lo parece. Recuerda Javier Pérez Pellón en republica.es que a Simoneta Cattano, la adúltera florentina casada con un Vespucci, se le perdonó el pecado, ¡en pleno siglo XV!, y llegó a considerársela como modelo de virtud después de que Botticelli la purificara al tomarla como modelo de La Primavera. Pero lo de Berlusconi va más allá. Ni estamos en el Renacimiento ni hay artista capaz de redimirle. La exhibición de su potencia sexual no tiene grandes compañeras que la dignifiquen y exculpen, sino profesionales del sexo y pedorras menores de edad. Ese es el nivel.

Europa tiene un problema con Berlusconi y España todo un problemón. El Viejo Continente, convertido en un amigable club de jefes de Estado y primeros ministros, ¿puede soportar, sin que se resquebrajen las apariencias —algo fundamental en la esencia democrática— la presencia de tú a tú de un golfo de esquina al que se le va la fuerza por la bragueta con todas las agravantes, publicidad incluida? El italiano es, en nuestro país, uno de los primeros editores y sus canales de televisión, bajo la mano encubridora de Paolo Vasile, marcan (mal) estilo en la estética, en las costumbres y adelgazan y desvirtúan la información que llega a un alto porcentaje de la población. En el panorama de la información televisual, con el triple protagonismo estelar de una televisión pública domesticada y dos grandes privadas italianizantes, escaso será el suministro de informaciones veraces y completas y opiniones libres.

Al italiano, para sus presencias públicas, le esculpen el rostro. El maquillaje se le queda corto y el resultado es un busto esperpéntico, el mascarón de proa de la decadencia continental que nos convierte en inferiores frente a los países emergentes —emergidos— y debilita nuestros supuestos democráticos de control al poder. Viéndole, se viene a la memoria la fábula infantil de Félix María de Samaniego, La zorra y el busto: «Dijo la zorra al busto, / después de olerlo: "Tu cabeza es hermosa, / pero sin seso"». La zorra actualizada resulta ser menor de edad y lo que el busto no tiene de seso le sobra de sexo. Aquí no sirve el consuelo del mal de muchos.

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