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OPINIÓN

La casa de tócame Jordi

«Nuestro nacionalismo no es de conquista o de ambición, porque ni sojuzga ni oprime», Jordi dixit

OBDULIO JOVANÍ

ESTÁN siempre con un pie en el estribo a punto para marcharse —siempre con el arancel en el zurrón, eso sí, que por algo se dice que han tenido por claustro materno una caja fuerte— sufren esa desazón, ese prurito de salirse, esa correncia colectiva. Esas peteneras les vienen de lejos. Ya se las piraron una vez huyendo de los perifollos de un Conde-Duque español, para cobijarse bajo las eminentísimas púrpuras de un Cardenal francés. De Olivares a Richelieu, de Felipe IV a Luis XIII. De señor a «monsieur», del «pa amb tomaca» al camembert; «Del garrot a la forca, tria».

Fue un volver, volver... volver grupas. El absolutismo gabacho se les hizo tan odioso o más que el castellano. En aquel tiempo, un general catalán, Darden, vino hasta el Maestrazgo al frente de un regimiento francés, arrasándolo todo. Lo que quedó se lo llevaron años mas tarde, cuando Napoleón acabó saliendo con el rabo entre piernas, dando lugar al eslogan patriótico: «Que vinga qui vullga pero no que vinguen els francesos». Se retiraron con el botín a Tortosa hasta donde llegaron milicias valencianas a desalojarlos, entre ellos trescientos universitarios. Sigue ahora en la Universidad de Valencia una «quinta columna» de milicias infiltradas, uniformadas con toga, muceta y birrete, en guardia permanente contra España... Hace unos años, Jordi Pujol, matusalen del seny —ese simulacro de buen juicio— arengó a las «Juventuts Nacionalistes de Catalunya», que «en términos de nación», había aprobado su ponencia «Catalunya no es España», lamentando que «Quince años de normalización del independentismo han culminado en un proceso haciendo presidente a Montilla» Así, Catalunya pasaba a ser Charnegia... Ahora ha vuelto a salir en Caja3 advirtiendo de que «Catalunya y España» —así, de tú a tú y desbarro porque me toca— se entienden cada vez menos. Está dubitando si son galgos si son podencos y lo que se le viene encima es una taifa islamista, que cuando escribió su libro «Inmigración, problema y esperanza de Catalunya», en 1976, no había previsto que dominaría la demografía catalana, a través de la que «destruir Catalunya», como temía.

Este profeta de recuelo, este nacionalista de «nacioneta», que hurga en los instintos primarios de la tribu, escribió también en «Catalunya-España» que «nuestro nacionalismo no es de conquista o de ambición, porque ni sojuzga ni oprime», de lo que cabe deducir que lo de los «Països catalans» no es mas que un juego retórico, una generosa propuesta de hermanamiento, un apostolado de redención ajena para salvación propia y no un codicioso butrón en tabique ajeno en busca de una plusvalía. Al fin y al cabo es como el paradigmático caso de aquel granjero de Illinois que citaba Lincoln: «Yo no soy codicioso ni tengo ambición de poseer tierras; las únicas que quiero son las que lindan con las mías».

Pero tú, amigo Caparrós, erre que erre, tu a lo tuyo, sigue rastreando esa web.cat en ABC, sigue ilustrándonos cada día de todas las apropiaciones de lo nuestro, de la horchata al IVAM, de Ausiàs March a Sorolla. De Salses a Guardamar, ya sabes. Todo ello en la seguridad de que sabremos reconocer y agradecer cuánto valoran nuestras cosas —menos que el Nask, el Down Jones o el Ivex 35, por supuesto— a sabiendas de que «Cases fetes de robar, se venen a derrocar».

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