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Columnas / CAMBIO DE GUARDIA

La muerte humanitaria

Nueva «flotilla» de la farándula en apoyo a Hamas. La anterior se saldó con nueve muertos

Día 09/02/2011

NUEVA «flotilla» de la sentimental gente de la farándula española en apoyo a los islamistas de Hamas. La anterior se saldó con nueve muertos.

Por propia iniciativa y sin contrapartida, Israel entregó en 1994 a la autoridad palestina los territorios de Gaza y Cisjordania. Habían sido ocupados en el curso de la guerra que sus vecinos de la liga formada por Egipto, Jordania, Iraq y Siria, le declararon —y al cabo de seis días perdieron— en junio de 1967. Con la devolución de esos territorios palestinos, se buscaba abrir el camino hacia un acuerdo sobre el principio de «paz por tierra», a la manera de aquel que fijó la línea de frontera con Egipto tras los acuerdos del año 1978, a consecuencia de los cuales fue asesinado el presidente Anwar el Sadat, tres años más tarde, por un grupo de militares de la Yihad Islámica Egipcia.

Puede que fuera ese precedente el que llevó a un sujeto fundamentalmente tan regido por el principio de supervivencia como Yassir Arafat a sabotear cualquier atisbo de acuerdo definitivo de paz y fronteras estables entre Israel y el germinal Estado palestino. Las memorias de Clinton dan razón desoladora de aquel disparate. Con los documentos ya redactados, con más del 85 por ciento del territorio que reivindicaba la OLP ya devuelto, Arafat se negó a firmar. Destituyó incluso a aquellos de sus lugartenientes que le animaban a hacerlo. El fantasma de Sadat lo atenazaba. La única habilidad de un jefe que no supo jamás llevar a sus hombres a otra cosa que no fuera derrota, miseria y muerte, era la de poner siempre a salvo su vida. Y su fortuna, por la cual corrieron las cuchilladas tras su muerte.

Desaparecido el Rais, poco esfuerzo tuvieron que hacer los islamistas de Hamas para tomar el control en Gaza y liquidar a sus competidores menos píos de la OLP. Tal había sido la corrupción desplegada por Arafat y su entorno, que la llegada de los clérigos fue vista como un alivio. Y el territorio palestino quedó dividido bajo dos caudillajes, ninguno de los cuales pondría un solo reparo en aniquilar al otro. En Gaza, el yihadismo hizo lo único para lo cual existe: terrorismo sin límite. Sin distinción entre población civil y militar. Los suicidas infiltrados a través de la entonces muy porosa frontera sembraron de muertos mercados y paradas de autobuses, mediante un procedimiento que los asesinos del 11M en Madrid se limitarían a copiar. Las baterías de proyectiles acosaron las viviendas judías del otro lado. No hubo más alternativa que alzar un parapeto de hormigón. Con función doble: impedir las infiltraciones y hacer de escudo para los edificios. Irán y Siria siguieron abasteciendo militarmente a los terroristas, por vía marítima. La marina israelí hubo de hacerse cargo del control de ese tráfico.

Los «artistas» que hablan en su sentimental vídeo ahora de un «bloqueo humanitario» mienten. Todas y cada una de las mercancías no militares que deseen enviar a Gaza pueden hacerlo a través de la frontera israelí y previo control —estricto, como corresponde a una situación de guerra— de su contenido. El objeto de la anterior «flotilla» no fue donar nada. Fue buscar un choque que produjera muertos. El objeto de la nueva flotilla no puede sino ser el mismo.

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