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Paisaje tras la batalla del humo

Primer mes de la ley antitabaco. Empresarios con el agua al cuello, vecinos que se quejan, fumadores ateridos... La prohibición sigue sin dejar indiferente a nadie. Y alguno aproveha para hacer su agosto

MIKEL PONCE

ABC

«Voy a tener que despedir a tres empleados»

Muchos hosteleros de España se quejan de que, con la nueva ley, no se pueda fumar dentro de sus locales. Pero en laCafetería «Arco», en Nigrán (Pontevedra) no se puede fumar dentro... ni fuera. La existencia de un parque infantil anejo a su terraza, en una zona privilegiada, ha recortado en un 40 por ciento su facturación en los días con buen tiempo. Lo que antes era para su negocio —que mantiene a diez empleados— una ventaja competitiva, como dirían los economistas, se ha convertido en una losa demasiado pesada. «Tanto, que me voy a tener que cargar a tres empleados», explica así de duro y rotundo. «Una cosa es que no se pueda fumar dentro, pero cuando tampoco se puede fuera, te quedas en la calle», prosigue.

La peor de su caso es que la clientela se ha deplazado a otro bar vecino que casi se encuentra en su misma situación. «Dos cafeterías lindan con el parque. A una la divide un bloque de altura y se puede fumar; en la mía que no la divide, no se puede». Pidió un permiso en el Ayuntamiento de Nigrán para acristalar o vallar de algún modo la terraza: «Me dijeron que no con la excusa de que la parcela tiene menos de 5.000 metros cuadrados. La explicación más estúpida de mi vida», prosigue en tono descreído. Para Sergio, la nueva ley se resume en «caprichitos del Gobierno en la peor época de la crisis»: «Cuando lleguemos a los siete millones de parados buscarán soluciones», comenta. «Lo que no puedo hacer es arruinarme por aguantar».

38.000 euros evaporados

Plácido no está notando demasiado el recorte, porque el suyo comenzó hace tres años, cuando se vio obligado a invertir 38.000 euros en el sistema de aire acondicionado y el acristalamiento obligatorio de parte de su local, el restaurante Raxaría san Marcos, en Santiago de Compostela. Sus clientes tradicionales nunca se acostumbraron al hecho de tener que desplazarse al salón adaptado, donde la charla cotidiana perdía público y cercanía. No desertaron, pero paran menos tiempo. Por ello, ahora ha notado menos el bajón de la entrada en vigor de la ley a partir del 2 de enero.

Plácido no entiende por qué no existen dos opciones, locales de fumadores y de no fumadores, y explica que algún colega que no ha vivido la etapa de transición «ahora está desesperado». Cree que lo que ha hecho Zapatero es «acabar con la gallina de los huevos de oro»: «Dentro de la regulación necesaria, los extranjeros que venían a España buscaban lo que antes teníamos».

Desastroso enero

El mes de enero ha sido «desastroso» para Pilar Gutiérrez, propietaria del bar «La Góndola» en la localidad valenciana de Bétera. La recaudación ha disminuido un 50 por ciento y, si no cambian las cosas, este mes tendrá que despedir a Vanesa, de 19 años. Se quedarán su hija y ella al frente de un negocio que es su única fuente de ingresos. «No sé cuanto vamos a poder aguantar». En enero ha tenido que poner 3.000 euros de su bolsillo para «pagar las nóminas y los gastos del local».

Pilar tiene 55 años, está divorciada y tiene cinco hijos mayores de edad, aunque dos todavía viven y dependen económicamente de ella. Pero, lejos de amilanarse, encabeza las acciones y movilizaciones del municipio. El lunes se manifestarán ante la Delegación de Gobierno en la Comunidad Valenciana y el lunes 21 de febrero acudirán a la manifestación nacional ante las puertas del Congreso en Madrid para pedir la suspensión de la normativa y hacer una recogida de firmas contra la misma. «Esta ley ha sido la puntilla para un sector muy afectado ya por la crisis», comenta Pilar. Si la gravedad de estos datos se mantiene en los próximos meses, en la Comunidad Valenciana provocaría la desaparición antes del verano de uno de cada cuatro establecimientos.

«Mi nueva sociedad gastronómica ya tiene 3.300 socios»

Hecha la ley, hecha la trampa. «El Don» pasó en noviembre de ser una tasca de barrio a convertirse en una sociedad gastronómica. Su propietario, ahora presidente de la asociación, se estudió artículo por artículo la ley para elegir su alternativa. «El 99 por ciento de mi clientela era fumadora, así que tenía que hacer algo para conservarla», explica Miguel Ángel. «El Don» ofrece hacerse socio de forma gratuita. «Según las actas fundacionales se colabora en función de lo que se toma», detalla el ex hostelero. Así, se ha creado «un justiprecio» para mantener los costes anuales. Es decir, se abona los consumidores en concepto de reposición del gasto.

Lo que comenzó como una alternativa de supervivencia, ha adquirido unas dimensiones más que considerables. Antes sus clientes sólo eran vecinos de Villa del Prado, un barrio de nueva construcción de Valladolid. Ahora los socios llegan a 3.300, procedentes de toda la provincia. Miguel Ángel no cree que esté haciendo nada ilegal. De hecho, ve improbable que termine en sanción el expediente abierto por la Junta.

Poco que ver tienen estas sociedades gastronómicas con las de toda la vida, que también han quedado al margen de la ley antitabaco. Carlos y José llevan más de veinte años reuniéndose en su «txoko» bilbaíno de Mazarredo Zuloa, con 84 socios. Todos los miércoles se juntan «seis o siete parejas» a cenar. Esta semana le tocó cocinar a Begoña, quien, cigarrillo en mano, manipula una gran cazuela humeante. A la mesa, seis comensales. Unos fuman, otros no. «Este no es un “txoko” normal», explica Ángel, su presidente. Con casi 400 metros cuadrados, está dividido en varios ambientes. «Si algún socio quisiera prohibir el tabaco, podríamos arreglarnos porque esto es muy grande. Pero de momento no se ha planteado», afirma. Abogado y fumador, José ha estudiado al dedillo la nueva normativa. «Este es un espacio privado y ahí la ley no puede entrar, sería el colmo que me prohibieran fumar aquí, que estoy como en mi casa»

Una plataforma giratoria

El primer club de fumadores de España anexo a un bar fue inaugurado a finales de enero en el municipio mallorquín de Manacor. En el espacio que antes ocupaba solo el bar «De Tot» (De Todo), nos encontramos ahora con dos establecimientos diferentes. Por una parte, el bar del mismo nombre, y, por otra, el club de fumadores, separados ambos por una pared. Cada local tiene su propia entrada. De hecho, solo se comunican entre sí a través de una plataforma giratoria, lo que posibilita que los fumadores que acuden al club puedan tener acceso a comida y a bebida, si así lo desean, sin que sea necesario que los camareros del bar entren en contacto con los amantes del tabaco. El club ya tiene 185 socios.

10.000 euros de multa por permitir fumar

Rodrigo Arroyo, propietario del bar «Rodrigo» de Valencia, perdió entre el 2 y el 6 de enero el 60 por ciento de su recaudación diaria. Y decidió permitir fumar en el local que regenta. Ya ha sido multado dos veces, una de ellas con 10.000 euros. Asegura que le da lo mismo tener que cerrar por no tener clientes que por no poder pagar las multas. Sus clientes fumadores, además de agradecer el gesto, han comenzado a depositar dinero en un bote para pagar las multas. Además, Arroyo reparte los jueves cigarrillos gratis. Es su forma de protestar.

Quien aún no ha recibido ninguna sanción es el hostelero insumiso de Cabra (Córdoba), Rafael León, por permitir fumar en la cervecería «La espuma». Y es que pese a las diez inspecciones sanitarias que ha recibido, todavía no le ha sido notificada una sanción con una cuantía concreta. A pesar de la notoriedad mediática que ha concitado durante este mes, no consiguió demasiado apoyo esta semana en su iniciativa de crear una plataforma de internet denominada www.espiritudecordoba.es

Cuatro minutos de estufa debajo de una carpa

Los fabricantes de estufas están haciendo el agosto. Además de las llamadas «setas», que han proliferado como su propio nombre indica por las calles de pueblos y ciudades, existen variaciones más de andar por casa, como esas tres estufas que un bar de Toledo ha colgado en la fachada para calentar los huesos del maltrecho fumador. La moda de las estufas ya tiene hasta sus detractores. «Nos parece un gasto energético completamente innecesario», opina Jaume Seguí, de la Asociación de vecinos del Barrio Gótico de Barcelona.

Precisamente para economizar, la estufa que ha colocado Jesús Villamor —dueño del «Mesón Castellano», de Maqueda (Toledo)— en lo alto de una carpa solo está en funcionamiento durante cuatro minutos, aproximadamente el tiempo que tarda un fumador en apurar un cigarrillo. Es pintoresco ver a los «adictos» al tabaco reunidos bajo el aparato eléctrico bien abrigados y apurando cuanto pueden las caladas por si se apaga la estufa. Villamor se pregunta, de cara a la primavera, cómo gestionará el caos que puede producirse en los ágapes nupciales entre plato y plato cuando salgan a fumar los invitados.

El humor y la protesta se combinan en la iniciativa del local de copas «Café 37» de Ciudad Real. Su dueño, José Heriz, ha decidido comprar batas con corazones y colores chillones —rosa y naranja—, para que los clientes se las pongan cuando salgan a la calle a fumar y dejen constancia de esta «injusticia». Dice que ha comprado las más raras y llamativas posibles para llamar la atención y como protesta ante la nueva ley.

En Barcelona, pensando en el vecindario, el bar «Manchester» , de la plaza de Milans, ha puesto a un empleado fuera, que recuerda a los que salen que deben bajar la voz. «El frío sí que nos ha fastidiado. Aún así fumar es un placer, incluso a cinco grados bajo cero», dice un joven.

Parapléjicos tras la línea

Fuera del ámbito hostelero, el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha ha encontrado una solución para un colectivo de pacientes al que la nueva ley perjudicaba. Se trata de los lesionados medulares, quienes, según la nueva norma, se veían obligados a desplazarse en silla de ruedas o en camilla a más de cien metros de distancia del Hospital Nacional de Parapléjicos para poder fumarse un cigarro.

Al final, se ha hecho excepción de la norma y las autoridades sanitarias han enmarcado con una línea blanca, cerca de la puerta principal del hospital, un espacio al aire libre donde se permite fumar a todos: pacientes, familiares y trabajadores

«No quiero ni pensar qué pasará en julio»

No todos se acostumbran a vivir en barrios bulliciosos de Barcelona, como el Gótico, el Raval o Gracia. Los ya habituales altercados con huevos, lejía y otros productos que caen de los balcones han aumentado en el último mes. Ahora, no son solo los borrachos el blanco de los impulsos nocturnos vecinales, sino también los fumadores. «Lo que nos faltaba, que después de echarnos a la calle, nos echen agua», contesta un fumador a las amenazas de un vecino.

Un problema común a otras ciudades. En Valladolid, la Asociación de Vecinos Calderón de la Barca ha pedido que el Ayuntamiento tome medidas. «El jaleo comienza ya a partir del miércoles», explica la secretaria de la asociación, María Jesús Díez Galicia. «Nos molesta ahora con las ventanas cerradas, así que no quiero pensar qué ocurrirá en julio y agosto».

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