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La duquesa abrillanta el azulejo

Doña Cayetana ha prestigiado la última excursión acercándose a Buckingham con sus hijos menores

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rosa belmonte

Ha vuelto el lugar común. Esta vez ha sido gracias a la habitual excursión VIP de Porcelanosa, que puede ser a Londres o a la campiña inglesa, según le dé al Príncipe Carlos, anfitrión de la pasta castellonense. Se trata de ese viaje en el que Isabel Preysler, cual guía turística de alto copete, levanta un imaginario paraguas cerrado para que no se le pierdan sus invitados de postín, incluidas las hijas propias en edad de heredar el «musanato» del azulejo (aquí servidora, superafavor de Tamara). Con Cristina Macaya o Nuria González en el paquete, este año el miembro de la pandilla que más expectación ha levantado ha sido la duquesa de Alba. Doña Cayetana, cuyo kilométrico echa humo, ha prestigiado la última excursión (igual que el marqués de Vargas Llosa ha prestigiado el Premio Nobel), acercándose a Buckingham también con sus hijos menores. Esto empieza a parecer ya un Crucero Disney.

En el aeropuerto, una reportera de televisión preguntó a la duquesa si le hacía ilusión ir a Londres («aunque supongo que ya habrá estado»). ¿No es para morirse? De la risa. Que estamos hablando de la duquesa de Alba, a quien la Segunda Guerra Mundial pilló en Londres (su padre era embajador de España). Que comía con Churchill, como ella contó a Marino Gómez Santos para «Pequeñas historias de grandes personajes» en «Pueblo». Lo recordaba la revista «Semana» en un especial sobre la duquesa en su 75 cumpleaños. Y aquí abro paréntesis gordo con Sofía Loren, cuyas memorias recuerdo haber leído de pequeña en «Semana». Ahora, con el libro «Sophia Loren. Una vida de novela», de Silvana Giacobini (Ediciones B), parece que estuviéramos descubriendo una desconocida inexistencia de la Loren (ejemplo: la intoxicación infantil por comer lentejas que yo siempre le recordaba a mi madre para no comerlas). Pero es verdad que hay cosas interesantes, como lo que Anna Magnani dijo a Vittorio de Sica cuando éste fue a proponerle ser la madre en «Dos mujeres»: «Aunque Sofía es muy joven, en la pantalla es muy fuerte y también yo soy una actriz muy fuerte, y entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos comemos una a la otra en la pantalla? Si quieres que haga la película, necesito para el papel de Rosetta a una chica con cara de ángel como Anna Maria Pierangeli».

Pero vuelvo a Gran Bretaña y a la duquesa de Alba (¿se habrán comido ella y la Preysler?). En fin, que la duquesa pasaba veladas en Albury Park con la entonces princesa Isabel. Y así vuelvo al inicial lugar común, que tiene que ver con su relación con la reina de Inglaterra. Con la licencia literaria que Oriana Fallaci se permitió en la entrevista que hizo a Cayetana Fitz-James Stuart. Aunque el nombre de la periodista no aparece. Se habla de «la leyenda» que dice que si la Reina y la Duquesa se encontraran en la puerta de un ascensor, Su Graciosa Majestad tendría que cederle el paso. Piropo de la Fallaci que servía para acentuar su frase anterior de que la sangre de Cayetana era «más azul que todas las sangres azules del mundo». Licencia literaria que ha pasado al patrimonio del tópico que ni se sabe de dónde ha salido. La duquesa de Alba es una de «Los antipáticos» del libro de la italiana, donde también estaban Hitchcock o Fellini (y Jaime de Mora). Por supuesto que no se trataba de antipáticos en sentido estricto, que aquí la prima Fallaci tampoco era Tamara Falcó. Era gente de éxito y, por tanto, envidiada. O sea, tan antipáticos y pata negra como la propia autora. Pata negra como la Duquesa haciendo un favorcillo a Porcelanosa.

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