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¡Ya era hora!

La propuesta de Rajoy podría ser el comienzo de otra reforma, la reforma de la clase política

Día 24/01/2011
FINALMENTE, los políticos españoles se han decidido a bajarse del coche y caminar por la calle. No me refiero al coche oficial, que siguen usando, sino al de las pensiones. Rajoy ha anunciado que se dispone a acabar con el complemento de jubilación que vienen disfrutando, así como «cualquier otra cosa que signifique privilegio respecto al resto de los ciudadanos.» Porque su ventaja en este terreno es escandalosa. Más, en los tiempos que corren, cuando intentan alargar el periodo de cotización a 41 años, mientras a congresistas y senadores les bastan 11, para cobrar la pensión completa, bastándoles 7, para cobrar el 80 por ciento de ella. ¡Eso si que es discriminar! Espero que Rajoy incluya entre los privilegios a eliminar otro sangrante: el de los ex presidentes —y no sé si el del resto de altos cargos— que pueden compatibilizar su pensión con otras actividades remuneradas, algo prohibido al resto de los españoles, que tenemos que elegir una cosa u otra. Y espero, sobre todo, que ésta no sea otra de esas promesas electorales que se hacen para no cumplirlas, como tantas otras.
La principal objeción que se hace a la retirada de ventajas a congresistas, senadores y demás es que puede reducir la cantidad y calidad de los interesados en la política, dado el corto recorrido que tiene para algunos y algunas. A lo que puede replicarse que, aparte de que para muchos se alarga toda la vida, tales privilegios atraen a mediocridades que no encuentran trabajo en el mercado civil, jóvenes de ambos sexos que se alistan a un partido y van ascendiendo en el escalafón del mismo hasta alcanzar los puestos más altos, sin tener otra cosa que ofrecer que saber decir sí a los superiores, hasta ser ellos los que deciden. Pero ése no es el mejor adiestramiento para conducir una nación en su conjunto, ya que estamos ante individuos crecidos en la obediencia perruna y en el mordisco al adversario.
La propuesta de Rajoy, que, repito, espero no se quede sólo en eso, podría ser el comienzo de otra reforma que necesitamos tanto o más que la laboral o la financiera. Me refiero a la reforma de la clase política. Porque la que tenemos sólo es buena en pelearse —en algunos casos, incluso dentro del mismo partido— y en el derribo, no en la construcción, que es de lo que andamos más huérfanos. Pero para eso se necesita acabar con la idea y la práctica de que la política es una carrera, sustituyéndola por otra que no acaba de cuajar en nuestro país: la política es un servicio público. El primer paso para ello es acabar con sus privilegios, incompatibles, además, con la democracia. Solo sobre esa base podrá reconstruirse la confianza de la ciudadanía en los políticos y en la política, que es el mayor déficit que actualmente tenemos. Mayor incluso que el de caja, que ya es decir.
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