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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Perfume de alternativa

Abrigado por un clima aclamatorio, de tentación eufórica, Rajoy pronunció un llamamiento regeneracionista

Día 24/01/2011
AUNQUE suele decirse en política que son los gobiernos los que pierden las elecciones en vez de ganarlas la oposición, el Gabinete de Zapatero se ha hundido tanto que ya sólo el PP puede permitir que se le escape el triunfo que tiene agarrado por una oreja. El riesgo se llama euforia, impaciencia y exceso de confianza, tentaciones que han sobrevolado la Convención de Sevilla envueltas en un perfume de poder al alcance de la mano. Los profesionales del arribismo, los profetas escépticos y los antiguos conspiradores, los que hace poco decían eso de «yo es que a Mariano no lo acabo de ver», se arriman a Rajoy con sonrisas de piano dispuestos a partirle la espalda de un abrazo. El interesado, buen gallego, desconfía de los aduladores sobrevenidos tocando madera; sabe que aún tendrá que aguantar varias cargas de caballería a la desesperada y tiene demasiados trienios para cantar victoria antes de tiempo.
Ayer, abrigado del aguanieve mañanero por el calor humano de un clima aclamatorio, se inauguró a sí mismo como abanderado de la alternativa. Lejos de la ropa casual de los mítines de fin de semana, apareció vestido como para una boda: un traje sobrio y oscuro de futuro presidente del Gobierno. El partido había convocado a toda su nomenclatura para solemnizar la expectativa de un paso al frente. Bendecido en la antevíspera por el abrazo de Aznar, Rajoy pronunció un discurso regeneracionista a modo de llamamiento para «un proyecto de recuperación nacional». No tiene tirón emotivo ni intensidad retórica; le falta pellizco para encandilar, pero se presenta como un hombre fiable y consciente de su responsabilidad frente a los años de incuria aventurera del zapaterismo. «A nosotros se nos conoce», dijo, «no somos un experimento ni una sorpresa». Leyó una pieza sólida escrita en las claves de la primera etapa aznarista, la de la mayoría moderada y el milagro económico, al que apeló como fuente de legitimidad con frases muy bien cinceladas: «Ya lo hicimos una vez. No fue un sueño. Entonces pudimos y ahora podremos». Fue el «Yes we can» de un hombre tan meticuloso con la seriedad que hasta para presentar su candidatura se apoya en un currículum de experiencia como si fuese a una entrevista de trabajo.
De eso se trata, en el fondo, pero los que le van a examinar para el puesto están fuera del cálido auditorio azul lleno de partidarios. Le tiene que hablar a una sociedad anclada en la confusión, el miedo y la desesperanza, gente que quiere oírle medidas concretas y un programa claro. Sus arúspices prometen que lo va a presentar «cuando toque» para no dar bazas al adversario y recuerdan que ZP ganó sólo con la sonrisa y el talante. El propio González arrasó diciendo que su cambio consistía en que España funcionase; es paradójico que en la política de este país tan prosaico y garbancero los mensajes más eficaces acaben siendo los abstractos.
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