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OPINIÓN

¿De qué te reíste, Cristina?

No sabes cómo se repudia nuestro léxico, cómo matan palabras vivas por los mamporreros de la ortodoxia

OBDULIO JOVANÍ

DE tí digo, Cristina López Schlichting, antes en las tardes, ahora en los fines de semana de la Cope. De tí diré que siendo niña, te tuve en mis brazos, que un día te trajeron tus padres a mi casa en Majadahonda y otro fuimos a la tuya en Madrid. Tu padre y yo trabajábamos en la misma empresa. De ahí todo. Si tu padre «ametrallaba» las palabras, las tuyas alcanzan la misma velocidad, en él y en ti señal de avisada inteligencia; lo último que supe de tu padre es que ganó un recurso ante el Constitucional. No podía ser menos.

Te digo, pues, que te vi el pasado miércoles participando en una tertulia —antes mentidero— en Intereconomía TV, la del gato mojado. Y me sorprendió tu risa —cómo diré... ¿despectiva, un tanto sobrada y un mucho en blanco?—. Lo tuyo fue un sí riente a lo dicho por tu contertulio Xavier Nart, siempre doctoral, siempre superbo, que vino a decir lo mismo que le oí decir en un noticiario de la misma TV, dos horas antes; llevaba la respuesta bien estudiadita. En uno y otro lugar, cuando se sacó a colación lo de los pinganillos en el Senado y lo del catalán y el valenciano, muy puesto y resolutivo, afirmó algo así como que entre uno y otro hay la misma diferencia que entre el castellano y el soriano. El razonamiento es tan infantil que no hace sino confirmar cuántos son los que andan por esos mundos de dios ignorando lo que no saben; cuántos que no saben lo que no saben, suprema ignorancia.

Ya habrás deducido, Cristina, que soy valenciano hablante. Pero no te creas. Llevo veinte años escribiendo en ABC y no he hecho otra cosa que defender mi lengua. Nunca escribí para contradecir lo de «unidad», como no fuera para decir que es unconcepto de orden, fascista. Nunca para negar parentescos o afinidades. Nunca entré en el si es no es. Siempe escribí en términos de defensa. A veces —no os enteráis y mira que lo repito— en contra de la Universidad de Valencia a la que sacaron de España situándola en L'Horta, sustituyendo la imagen de la Sapiencia —imagen repetida en varias Universidades Europeas— por la senyera de cuatro barras, convirtiéndola en una especie de «Casa de Munich» del nazionalcatalanismo, a modo de FLN, con Institutos y Escuelas en avanzadilla; en aquella y en estas haciendo de las palabras filología, como dijera Umbral, que sabía muy bien que «la ciencia de las palabras es la lepra de las palabras» y para quien «las palabras siempre nacen de abajo arriba, del pueblo hacia las Academias y los grandes libros, porque las palabras de arriba abajo que se imponen a las gentes son las iracundas palabras de Dios o las palabras sepia y culpables del Boletín Oficial».

Lo he contado mil veces pero ahí en los madriles no os enteráis, solo sabéis de Cataluña y del País Vasco, no sabéis que aquí se van llevando nuestras palabras a la morgue, muchas palabras que estorban a la ensoñada «unidad de destino» y que acaban reduciendo la lengua a una letanía nacional. No sabes tú cómo se repudia nuestro léxico —por cierto, el de Ausiàs March y el de Joanot Martorell— cómo se matan palabras vivas por cuenta de mamporreros de la ortodoxia nacionalista. No olvides leer el artículo 3º, parrafo 3º de la Constitución. Puedes leerlo en ABC del 20/9/91 y Gregorio Salvador te dirá qué cosa son las «modalidades lingüísticas» que protege la ley, la valenciana entre ellas. Que lo aprenda Nart, díselo.

Cristina, para tí y tu familia, fuertes abrazos.

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