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Visiones del romanticismo

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

YEVGUENI ONEGUIN

Música: Chaikovski. Int.: A. Rucinski, I. Mataeva, D. Korchak, L. Belkina, H. Schneiderman, M. Nekrasova, G. Groissböck, Cor de la Generalitat, Orq. Comunitat Valenciana. Dir. escena: M. Trelinski. Dir. musical: O. Meir Wellber. Lugar: Palau de les Arts, Valencia. Fecha: 22-01-2011

Cargado de contradicciones, repleto de intensidades y de ausencias, el siglo XIX es un fascinante crisol de sentimientos. Lo reafirma «Yevgueni Oneguin», la ópera de Chaikovski sobre Pushkin, cuyo barniz de cierta melancolía eslava acaba por perfilar el cuadro. A ese lugar común hay que volver ante la propuesta escénica del director polaco Mariusz Trelinski responsable de la actual reposición que ofrece el Palau de les Arts de Valencia. No por su visión realista y restauradora, sino por su intención de contemporizar desde el regusto esteticista, desde una visualidad de colores puros, con luces y sombras bien perfiladas, con un punto de sofisticación, minuciosidad y esencial escenografía. Lo romántico se sugiere en cuadros con encanto como el gélido y nevado vacío del duelo, y se disuelve ante el sentido crítico con el que se desarrolla la polonesa bailada de forma mecánica y tartamuda.

Y frente a esa opción rebuscada pero bien fabricada, hay que reconocer que peca de prudente la propuesta musical del nuevo responsable del Palau, Omer Meir Wellber, cuyo trabajo, no obstante, merece observarse con atención por la calidad de fondo, por su coherencia y meticulosidad. Quizá el miedo al exceso en un teatro que potencia peligrosamente a la orquesta le ha hecho refugiarse en la contención y templar un pálpito interior que, de existir, habría terminado por llevar a los intérpretes a ese destino desolador al que ellos apuntan. Precisamente, porque se ha conseguido reunir un buen plantel en este «Oneguin». Desde la sólida y grave vibración de la nodriza de Margarita Nekrasova al armado Lenski de Dmitri Korchak, el sólido príncipe Gremin de Güºnther Groissböck o el, paradójicamente, muy sensato Oneguin de Artur Rucinski. Irina Mataeva quizá no sea una voz deslumbrante pero tiene dignidad y encanto, a la par que la Olga de Lena Belkina. Al fin y al cabo ellos pusieron la dosis emocional de esta refinada propuesta de contemplado romanticismo.

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