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TENIS — Open de Australia

La top sin diamantes

Wozniacki, la número uno, adora a Torres, luce modelitos y aún no ha ganado un grande

AP

ENRIQUE YUNTA

Sin que a la moderadora le diera tiempo de pronunciar el formalismo de «preguntas, por favor», Caroline Wozniacki se adelantó a la prensa y soltó un discurso de cinco minutos, topicazos comunes en el mundo del tenis parejos a los de «el fútbol es así», «hoy en día no hay rival pequeño», «somos once contra once». Frases hechas con tan poco mensaje como gracia, nadería, paja que se dice vulgarmente. «Como he oído que siempre digo lo mismo en las ruedas de prensa, contesto antes de que me preguntéis siempre lo mismo», ironiza. Con ustedes, Caroline Wozniacki (11 de julio de 1990, Odense, Dinamarca), número uno del mundo y clasificada ya para los octavos de final del Open de Australia al superar ayer a Dominika Cibulkova (6-4 y 6-3).

Vale esta presentación para conocer al personaje, aparentemente de trato sencillo y confirmado su flirteo permanente con las cámaras, regalando sonrisas siempre que puede por los pasillos del Rod Laver Arena, cada vez menos concurridos porque la lucha por los títulos está reservada para los elegidos. Es la reina del tenis femenino, un circuito tan inestable que tiene en el trono a una jugadora que jamás ha ganado un grande —tampoco lo hicieron Safina y Jankovic— y a la que acribillan día sí y día también con ese tema, cuestionado su mandato porque le falta, a ojos de los especialistas, conquistar un Everest. «Estoy donde estoy porque me le merezco. Hice un buen año en 2010 y entiendo que la prensa tiene que escribir de algo. Gané el año pasado seis torneos, más que nadie». Wozniacki se reivindica y le defiende enérgicamente Stacey Allaster, presidente de la WTA: «Caroline es una ganadora».

Dinamarca, pendiente de los deportes del hielo, del balonmano o del ciclismo, se asombra al ver a una de las suyas (de origen polaco) por primera vez en lo más alto, orgullo nacional con tan sólo veinte años. Copa portadas, es la figura de innumerables actos publicitarios y la tele le busca en un descuido ya que siempre luce unos modelitos arriesgadísimos que llevan la firma de Stella McCartney. Aquí, bajo el insistente sol de Melbourne, lleva un escotado y corto vestido blanco con volantes y lo combina con un top y un culote naranja a juego con sus uñas. «Soy una chica y a las chicas les gusta estar guapas, sobre todo cuando estás delante de tanta gente que te mira», reconoce con gesto coqueto. Caro, así la llaman en familia, entiende a la perfección el sentido del negocio y, aunque le gustaba el juego de Martina Hingins, tomó como referencia a Anna Kournikova, la tenista más venerada de la oleada de rusas que apareció con raqueta y melena rubia al viento y que jamás llegó a ganar nada más allá de dinero.

Familia deportista

A Wozniacki, de momento, no se le conocen enemigas en el vestuario, muy correcta en sus formas y controlando las emociones lo mejor que sabe en un mundo de vanidades. Tiene el gen competitivo bien inculcado ya que su madre, Anna, fue internacional en la selección polaca de voleibol y su padre, de nombre Piotr y que es precisamente su entrenador, fue un trotamundos del fútbol, deporte al que se dedica su hermano Patrik con bastante buen gusto y motivo por el cual se engancha a la televisión, pendiente siempre del Liverpool y de su idolatrado Fernando Torres. «Espero que Daglish cambie un poco las cosas y el equipo empiece a ganar», dice con naturalidad en su rocambolesco encuentro con los medios. De todo menos tenis, ella marca las pautas.

Entregada al mundo de la moda, reconoce que devora escaparates y tiendas aunque luego, dice, no es de las que tarda demasiado en arreglarse. Es políglota (inglés, danés y polaco) y prepara sus partidos inspirándose en el boxeo, que le ayuda para coordinar movimientos de pies en la pista. «¿Cuándo te vas a casar y cuántos hijos tendrás?», le sugieren, desvariando el personal porque así lo ha querido Wozniacki. «Primero he de encontrar al chico. ¿Cómo tiene que ser mi futuro marido? Espero que sea honesto, que entienda lo que hago», confiesa algo más seria. La número uno del mundo, que asumió el mando en el pasado mes de octubre beneficiada por una lesión de Serena Williams, está soltera.

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