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Columnas / PERSPECTIVA

Salvemos el Estado de las Autonomías

Como el Estado del Bienestar, el Estado de las Autonomías requiere su reformapara hacerlo viable

Día 20/01/2011
«EL desarrollo autonómico ha sido un acierto. Ha generado crecimiento, ha repartido responsabilidades y competencias, ha liberado energías humanas y ha mejorado la cohesión social y territorial. El grado de descentralización fiscal en España es ya comparable al de los países representativos del federalismo. Pero la demanda de descentralización no se basa en una supuesta ganancia de eficiencia que está lejos de ser evidente. No existe una relación estadísticamente significativa entre un proceso creciente de descentralización y una mayor eficiencia económica reflejada en un mayor crecimiento. El Estado de las Autonomías se nos ha escapado de las manos y está erosionando las bases de crecimiento futuro. Ahora no se nota, porque cuando la marea sube hay para todos. Pero la presión fiscal crece, el intervencionismo económico aumenta, la maraña regulatoria se multiplica y la seguridad jurídica se deteriora». Perdónenme la larga cita y más aún la inmodestia que supone repetir un artículo mío publicado en 2007 en un libro editado por el Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid. Pero la actualidad manda, el debate está encima de la mesa y simplemente no es verdad que nadie alertase de que el desarrollo autonómico generaba problemas de solvencia y de eficiencia
El debate académico entre especialistas se ha convertido hoy en un tronar incesante de la opinión pública. Un estruendo que apenas ha llegado a oídos del Partido Socialista, que sigue instalado en su ensoñación sentimental, mezcla de antifranquismo y antiguo Régimen. La foto de los senadores con pinganillo es la constatación del distanciamiento del Gobierno y sus aliados con los ciudadanos, con la realidad y con el sentido común. Parafraseando a Hayek, bien se puede decir que el zapaterismo ha iniciado un Camino hacia la Estupidez de difícil retorno. No se trata de enfrascarse en estériles discusiones existenciales. El Estado de las Autonomías no es una religión, es un instrumento de acción política que tiene que ser sostenible económicamente. No es una construcción metafísica, sino una realidad jurídico-constitucional que puede y debe ser mutable. Los nacionalistas, y el PSOE de Zapatero, que se ha disuelto en una agrupación electoral de partidos nacionalistas y socialistas, han hecho siempre una lectura sesgada, asimétrica, de corriente continua. El movimiento solo es posible en una dirección, centrífuga, descentralizadora. Pero igual que la realidad física ha impuesto la corriente alterna, la realidad económica nos obliga a hacer ajustes centralizadores. Como el Estado del Bienestar, el Estado de las Autonomías requiere su reforma para hacerlo viable. Así lo han entendido a tiempo en Alemania y ahora lideran la recuperación europea.
Si hemos sido capaces, bien es cierto que obligados por las circunstancias, de reducir el coste del despido, recortar las pensiones y perder derechos sociales, no veo por qué no podemos replantearnos algunos presuntos derechos históricos, de repensar el mapa competencial y de recuperar la autoridad del Gobierno central. Pero quizá por eso no soy nacionalista, porque pienso que los derechos de las personas están por encima de los de los territorios; que la solidaridad y la cohesión social, la justicia y la igualdad de oportunidades han de darse entre los ciudadanos, no entre los kilómetros cuadrados. Ya era hora de que se abriese el debate autonómico. Nos lo han tenido que abrir desde fuera, como todo últimamente. Pero no dejemos que la irracionalidad nos eche de Europa.
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