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Agresiones en Murcia

En Tucson no sabemos si el agresor estaba movido por la política, en Murcia, en cambio, sí

Día 17/01/2011 - 00.00h
¿SE imaginan ustedes la que se hubiera armado si el consejo de Cultura de una comunidad gobernada por el PSOE hubiese sido agredido por tres individuos con «puños americanos», esto es, metálicos, causándole fracturas en la cara y graves daños en un ojo, que obligaron a intervenirle quirúrgicamente? ¿Se imaginan los titulares de la prensa «progresista», las denuncias de las emisoras afines, las acusaciones a la extrema derecha y a la «caverna» del PP por estar, de cerca o de lejos, detrás de la agresión? Más si, como en este caso, formara parte de una larga cadena de violencias contra su partido, sin que las autoridades se hubieran mostrado particularmente activas en investigarlo y frenarlo.
Pues eso es lo que ha ocurrido al consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, en una céntrica calle de su ciudad, que no es Tucson precisamente. Y si cito a Tucson es para advertir que, salvando la distancia en el número de víctimas a consecuencia del atentado que acaba de producirse allí, la violencia irracional ha sido la protagonista. Es más, en Tucson no sabemos si el agresor estaba movido por la política, en Murcia, en cambio, sí, pues los tres individuos golpearon a su víctima mientras le llamaban «sobrinísimo», al serlo del presidente de aquella comunidad, lo que por, otra parte, hace más fácil su identificación, pues la inmensa mayoría de los murcianos votan PP.
La izquierda, desde que se arrogó la superioridad moral de su ideario sobre todo los demás, se cree por encima del bien y del mal, y tanto justifica las dictaduras de su signo —¿cuánto tardó en condenar el estalinismo, incluso después de haber asesinado a montones de izquierdistas? ¿Cuándo va a condenar el castrismo que está condenando a Cuba a prolongar su miseria, a la vista de todos?—, como convierte la violencia de sus seguidores en arrebatos esporádicos frente a la «opresión secular de las fuerzas conservadoras», en respuestas a la provocaciones de la misma o incluso en «expresiones del ánimo popular en su afán de justicia». Me remito a los asaltos que han sufrido las sedes del PP en momentos críticos.
Tanto el PSOE como el Gobierno han condenado la agresión al señor Cruz en términos inequívocos. Pero en este caso no basta, pues se trata de la agresión a un representante de los ciudadanos, lo que quiere decir, a los ciudadanos mismos, o si lo quieren, a la democracia. Hay que llevar el asunto hasta el final, quiero decir, a descubrir a los agresores y ponerlos ante la justicia. Vamos a ver cuánto tarda el alabado Rubalcaba en hacerlo. Será la mejor prueba tanto de su eficacia como de su imparcialidad para el alto cargo que su partido parece haberle destinado.
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