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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

La cuesta es el año entero

Lo que ven los mercados es una política incapaz de dar estabilidad. La clase de lío en que no conviene invertir

Día 08/01/2011
NO deje que le engañen los discursos oficiales: España está en riesgo de quiebra. En un ámbito tan sensible como el de los mercados financieros, la estabilidad de un país no la mide el modo en que éste se ve a sí mismo, sino el criterio con que lo ven desde fuera. Y la cuestión es que los acreedores no se fían, que no consideran suficientes las reformas adoptadas y los anuncios de otras nuevas, que no contemplan solidez en la escena institucional española y que no encuentran garantías para seguir comprando deuda. Como además en el mundo de las inversiones bursátiles existe un fuerte componente de volatilidad psicológica, si cae Portugal va a ser muy difícil contener la histeria.
La cuesta de enero va a durar todo el año. La primavera se perfila como un momento de delicadeza crucial… si no hay novedades desagradables antes de tiempo. En esos meses España va a tener que pedir fondos para consumar el proceso de saneamiento de unas cajas atragantadas de pasivo inmobiliario. Una especie de segundo FROB, digamos que de quince, veinte, acaso treinta mil millones… que no tenemos. Como inversión puede ser una buena idea porque ese dinero consolidaría nuestro sistema financiero —«el más sólido del mundo», ¿se acuerdan?—, pero no está claro que los prestamistas lo vean así, incluido el Banco Central Europeo. Si no lo dan, malo, pésimo, porque el mentado sistema se puede ir al garete y llevarse por delante, como en Irlanda, al país entero. Y si lo dan, van a exigir medidas cautelares en forma de ajuste (más) duro. Es decir, un rescate o su equivalente político.
Ayer se volvió a disparar la prima de riesgo, a cuenta de la zozobra portuguesa, y los sobresaltos van a aumentar. La enorme cantidad de dinero que necesita el Estado para hacer frente a los gastos de la crisis y a su propia incapacidad para autorreducirse ha puesto de hecho la política española en manos de los inversores externos. Ha desnacionalizado la soberanía. Pero es lo que hay. Lo que el Gobierno ha querido que haya. Y ahora Zapatero va a tener que subir una cuesta cuya pendiente aún no asimila y es difícil que pueda contar para ello con la ayuda de un PP encastillado en la tesis de que el propio presidente es el primer problema. Ambos se equivocan; el uno porque minusvalora las dificultades o sobrevalora su capacidad, y el otro porque el problema no es sólo la identidad del líder, sino una crisis institucional y política que se percibe con mucha más claridad desde el exterior. Lo que están viendo ahí fuera es una clase dirigente incapaz de establecer consensos, de adelgazar una estructura pública desmesurada y de dar estabilidad a la nación. Es decir, la clase de lío en el que conviene hacer cualquier cosa menos invertir dinero.
La pregunta que los ciudadanos debemos hacernos es si le concederíamos un préstamo a estos políticos. Y ésa es exactamente la que se están haciendo los mercados de deuda.
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