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Viktor Orban, el díscolo húngaro en plena crisis

El primer ministro de Hungría, que ostenta la Presidencia semestral de la UE, explica sus dos polémicas leyes de Prensa y empresas ante las críticas

AFP

ENRIQUE SERBETO

Se propone hacer que Hungría tenga una economía que compita con China o con Brasil, ha recortado un mes de las pensiones y los sueldos de los funcionarios y ha logrado reducir a la mitad el déficit presupuestario en solo seis meses hasta llegar a la zona tranquila por debajo del 4 por ciento. El primer ministro húngaro, el conservador Viktor Orban —que en las últimas elecciones recibió un apoyo masivo que le permite tener una holgada mayoría parlamentaria de dos tercios— podría parecer la imagen del dirigente del momento y sin embargo muchos desde fuera de Hungría lo comparan con el ruso Vladimir Putin. «Tanto mejor —contesta— antes me comparaban con Hitler luego es una mejora ¿no? No estoy orgulloso de ello y espero que se sitúe en su contexto, porque nadie ha puesto en duda la legitimidad de las elecciones, que eso sí que sería un insulto a Hungría».

La forma en que este joven político de 47 años ha empezado la primera Presidencia semestral de la Unión Europea que ejerce su país no podía pasar desapercibida, con dos asuntos tan polémicos como una ley de Prensa que se ha considerado como excesivamente intervencionista y un peligro para la libertad de expresión y una nueva tasa para bancos y empresas de servicios de la que se afirma que trata de beneficiar a las compañías locales frente a las grandes multinacionales.

¿Habrá sanción de la CE?

A pesar de todas las críticas que le llueven desde Bruselas y de varias capitales comunitarias (especialmente París), Orban descarta promover cambios en la polémica ley de Prensa que acaba de aprobar el parlamento. En un encuentro con corresponsales europeos aclaró ayer que en la controvertida ley de Prensa húngara «no hay ninguna fórmula legal que no esté también en la legislación de otros países» que no son criticados, por lo que no está dispuesto a «aceptar ninguna discriminación».

El primer ministro conservador asume que si la Comisión Europea abre una investigación o un procedimiento sancionador «lo aceptaremos como cualquier miembro de la Unión Europea» pero en ese caso pedirán que se cambie también la legislación de otros países. «No me puedo ni imaginar que se diga que hay que cambiar tal o cual aspecto de la ley húngara, mientras que las leyes sobre los medios de otros países, la francesa, alemana u holandesa, permanecen intactas cuando tienen cosas comparables» a las de la húngara, denunció Orban.

El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, ha advertido que «la libertad de expresión es uno de los principios sagrados» de le legislación comunitaria y que este será un tema que pondrá sobre la mesa hoy cuando se reúna con Orban en Budapest.

Hay pocas personas más seguras de sí misma que este dirigente político que se dio a conocer como un activista contra el comunismo en los últimos años de la dictadura y que se convirtió después a un liberalismo efervescente de la mano de la Fundación Soros en Gran Bretaña. «Estoy de acuerdo —insiste— en que la libertad de información es básica, pero nadie ha dicho cuáles son los puntos que contradicen la legislación europea. Los diarios húngaros están llenos de críticas y esa es la realidad».

La ley de Prensa húngara crea una comisión encargada de juzgar si una información es o no «equilibrada» y cuyos dictámenes pueden conllevar multas cuya cuantía pondría en peligro la supervivencia de la mayoría de los medios de prensa del país.

«Error táctico»

Orban admite que ha sido «un error táctico» hacer coincidir este debate con el inicio de su Presidencia semestral de la UE, pero insiste en que eso no cambiará las cosas: «¿Quién querría este comienzo? Claro que no me gusta, pero como primer ministro estoy obligado a proteger las leyes del país. Y creo que hemos hecho una ley perfecta, aunque nos critique todo el mundo».

Recuerda en cualquier ocasión el hecho de que Hungría viene de una dictadura comunista y por ello anuncia que en esta legislatura se propone cambiar la Constitución, que oficialmente data del año 1949. Nadie había podido emprender esta tarea desde el cambio de régimen hace 20 años, porque no ha habido ningún partido con tanto respaldo popular como el que tiene ahora la Fidesz al que Orban trasladó de la internacional liberal al Partido Popular Europeo donde ahora es uno de los «pesos pesados».

«Mi país ha estado dos veces a punto del colapso desde que vivimos en democracia y me propongo evitar que eso vuelva a suceder prohibiendo constitucionalmente que el Estado se endeude más del 50 por ciento del PIB».

Uno de los más pobres

Todos sus anuncios están llenos de pavorosos presagios para los ciudadanos de su país, uno de los más pobres de la Europa comunitaria pero que ha rechazado las condiciones del Fondo Monetario Internacional ha emprendido también una campaña para otorgar la ciudadanía húngara a todos los que formaron parte de la mítica «gran Hungría» sin importar si ahora son rumanos, eslovacos, serbios, croatas o si emigraron a Israel como judíos. Es incluso partidario de que puedan votar en las elecciones húngaras sin necesidad de residir en el país, a pesar de que eso le crea conflictos con los países de los que ahora son nacionales.

«Hay conflictos, pero también muchos acuerdos. Y la razón de todo lo que hago es que quiero hacer de Hungría una economía competitiva, incluso más competitiva que la economía de China, y para eso hay que cambiarlo todo. No podemos seguir como hasta ahora. Ya he reducido la clase política y la burocracia a la mitad». Y eso es solo el principio. A este paso, no es de extrañar que se hagan comparaciones.

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