Columnas

Columnas / MONTECASSINO

Budapest nos ataca a todos los europeos

¿Con que argumentos defendemos la libertad de prensa en Cuba o China cuando permitimos a un miembro esa ley aberrante?

Día 04/01/2011
ES cierto que la ley de prensa que acaba de entrar en vigor en Hungría es la que quiere todo nacionalista que se precie. Parece inspirado en buscar una práctica de homogeneización sumisa y obsequiosa. Como la de la prensa catalana, pero bajo amenazas mas contundentes. El gobierno derechista de Viktor Orban acaba de imponer en Hungría una ley para tener una prensa tan amable con el poder como aquella. Con la diferencia de que, como sospecha que en Hungría aún son muchos los periodistas y los medios que luchan por su independencia y no se someten voluntariamente al régimen, ha elaborado una ley que le da los instrumentos para convencer a los medios de que se comporten como se espera de ellos. Es decir, que publiquen, cuando el Gobierno desee, editoriales comunes; que sepan bien que su futuro empresarial depende de sus buenas relaciones con el poder; que acepte que el criterio final sobre el bien común lo tiene el gobierno y que la libertad de expresión se supedita a este bien supremo. Con consejo regulador y todo, para que no diga la Generalitat que no ha hecho escuela. La ley entra en vigor coincidiendo con la llegada de Hungría a la presidencia de la UE. Europa debe entenderla como una provocación y un desafío al espíritu y la letra de la Unión. La ley es sencillamente intolerable en un miembro de la UE. Es de esperar que, cuanto antes, se deje claro a Orban que o anula esta ley o se enfrenta a sanciones. ¿Con qué argumentos defendemos la libertad de prensa en Cuba, China o Bielorrusia cuando permitimos a un miembro esa ley aberrante? Que el presidente de la UE, Herman Van Rumpuy, aplaudiera a Orban hace unos días en Budapest sin mencionar siquiera la ley mordaza revela la inanidad del personaje. Días antes glorificaba en Madrid la gestión económica de Zapatero. Dos insultos a la inteligencia.
La ley da mano libre al control y la intervención administrativa de los medios por el Gobierno, hace posible la censura y la imposición de multas que supondrían el cierre de los medios afectados. Contundente todo. Orban puede. En 2010 arrasó en las urnas. Con casi el 53 por ciento de los votos, tiene mayoría de dos tercios en el Parlamento. La deriva nacionalista de Orban ha sido espectacular. Pero no engaña a quienes seguimos sus avatares como joven líder de Fidesz, unas juventudes liberales en la oposición al comunismo. Orban es demasiado sofisticado y culto como para creer en las virtudes de la nación monolítica o desconocer los peligros que encierra su deriva. Siempre la justifica con sus esfuerzos para cerrar el paso a la ultraderecha. Tiene poco sentido cerrar el paso a un mal, asumiendo el mal como objetivo. Estudiar derecho en el movimiento antitotalitario bajo el comunismo, y el liberalismo inglés en Oxford, no vacunó a Orban contra la peste del caudillismo. Hungría fue adalid de la lucha por la libertad en momentos clave del siglo XX. Cuando se rebeló contra la URSS en 1956, sin esperanza. Y cuando llenó de esperanza Europa, al romper el telón de acero. Pero también ha alcanzado cimas de barbarie, como la orgía genocida de los Flechas Cruzadas nazis, en los que se inspira el partido Jobbik, que cuenta con un 17 por ciento de los votos. La ley de prensa húngara es inaceptable. Pero sólo un síntoma. El populismo de Orban aspira a perpetuarse —como el frentepopulismo zapaterista pretendía en España—. Ha acabado con la alternancia democrática en el futuro previsible. Hay que impedir que la involución se consolide. Y que prolifere. Con esta ley Budapest nos ataca a todos.
Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.