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2011, historia y prospectiva

«Estamos entrando en una era post-imperial, caracterizada por el ascenso de potencias emergentes, China, India, Brasil, y entre la banalización y el protagonismo hay muchos escenarios posibles para Europa y para España»

POR MANUEL LUCENA GIRALDO

COMO todos los finales de año, agoreros, nigromantes, brujos y adivinos hacen su agosto en pleno invierno. Están en temporada alta y lo saben. El truco es conocido. Existe un temor generalizado a los cambios de ciclo, un miedo individual y colectivo que nos atenaza, ... en etapa de crisis con mayor contundencia todavía. Contando a cada cual lo que quiere oír, es decir, lo que les permitirá hacer caja, distribuyen a los crédulos el placebo que demandan. Comemos como si nunca más fueramos a hacerlo y nos intercambiamos regalos incluso con desconocidos, para afirmar una sensación de comunidad que traiga calma a los atormentados espíritus. Nos llenamos de buenos propósitos y, contra toda evidencia, pensamos que el cambio está al alcance de un simple acto de voluntad. Esta inquietante forma de autoengaño masivo contrasta con lo que nos enseña la historia, tan refractaria a aceptar que la condición humana es mudable en su esencia, pero también tan vindicada como maestra ejemplar y creadora de esperanza. Frente a tanta superchería, conviene recordar algunas de sus lecciones. Resulta obvio, como señaló el historiador italiano Benedetto Croce, que toda historia es contemporánea. Podemos ir un paso más allá. Su dimensión analítica radica en la comprensión del cambio y la incertidumbre que caracterizan nuestras vidas. Por eso encierra —bien lo supieron los clásicos— insospechadas posibilidades de diagnóstico del presente y de discernimiento del futuro, que se tornaría previsible y modelable mediante una estrategia de largo plazo. El gran Cicerón señaló que la historia era «maestra de la vida». De ese modo, aventuró una mímesis o identificación entre lo que ocurrió y aquello que puede acontecer. El conocimiento del pasado permitiría eludir mayores errores, o la repetición de los conocidos. Escarmentar en cabeza de otros, cuyos disparates serían evitables mediante lecturas y autoconocimiento, podríamos decir, para disfrutar de una vida mejor. De ahí a la invención de las figuras

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