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El tamaño de la amígdala importa

Cuanto más grande es esa pequeña estructura cerebral, más variada es la vida social

n. ramírez de castro

Ampliar nuestro círculo de amistades no depende del tiempo que le dediquemos a Facebook o a nuestras dotes para hacer lazos. Esa capacidad para hacer amigos y nuestro éxito social podría estar biológicamente determinada por el tamaño de la amígdala, una pequeña estructura cerebral que se aloja en la profundidad de los lóbulos temporales.

Tanto en el hombre como en otros primates, el tamaño de la amígdala está directamente relacionada con el tamaño y la variedad de su vida social, describen en la revista «Nature Neuroscience», investigadores de la Escuela de Medicina de Boston y del Hospital de Massachusetts, en Estados Unidos. No importa la edad, ni si se es hombre o mujer, para encontrar esa relación.

Para llegar a esta conclusión Lisa Feldman y su equipo contaron con 58 voluntarios. Durante el estudio respondieron a cuestionarios para obtener información del número de contactos que cada participante mantenía, así como los grupos sociales a los que pertenecían sus contactos. Además de responder a las preguntas de los investigadores, a los participantes también les hicieron una resonancia magnética para medir el volumen de su amígdala. Teniendo en cuenta la edad de los participantes en el estudio y el tamaño total del cerebro, los investigadores encontraron diferencias significativas entre el tamaño de esta estructura cerebral, similar a una almendra, y sus redes sociales.

El equipo de Feldman no halló sin embargo ninguna relación entre la riqueza social y el hipocampo, una zona cerebral comparable a la amígdala. La conclusión de los científicos se aproxima a una teoría científica la hipótesis del «cerebro social», que sugiere que la amígdala humana podría haber evolucionado para adaptarse a los entresijos sociales cada vez más complejos.

«Cerebro social»

Este nuevo estudio aporta una prueba más de la relación entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de grupos sociales cada vez más amplios y complejos. La evolución de la inteligencia humana estaría tan vinculada a la tecnología como a las capacidades para engañar, cooperar o competir con nuestro grupo social. «Los humanos son animales sociales. Jugamos, trabajamos, comemos y luchamos unos contra otros. Una amígdala de mayor volumen nos capacita para desarrollar estrategias complejas para cooperar y competir en sociedad», escriben los autores.

La amígdala cerebral acapara la atención de la neurociencia. Lo que se sabe de ella es que es clave dentro del sistema que opera las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales y está relacionada con la memoria, la atención, los instintos sexuales, las emociones, la personalidad y la conducta. Recientes investigaciones también ha demostrado que es la responsable de que nuestro cerebro no sea capaz de borrar las huellas de los traumas infantiles. Este último hallazgo es importante porque pone el primer escalón para desarrollar tratamientos que minimicen situaciones traumáticas de la infancia.

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