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Una retirada anunciada

Tenemos ante nosotros quince meses malos para España y peores para el PSOE

Día 22/12/2010
NO sé qué opinarán ustedes del anuncio del presidente de que ya ha decidido si se presenta o no a la reelección, con sólo su mujer y un compañero de partido conocedores del secreto. Para mí, la cosa está clara, bueno, todo lo claras que pueden estar con José Luis Rodríguez Zapatero: no se presentará. Y no por lo que dicen las encuestas, a las que sólo hace caso cuando le favorecen, ni por las presiones de los barones socialistas, a los que hace aún menos caso. La razón de que no se presente se le escapó a él mismo: porque «el próximo año será malo», dijo. Era su última esperanza. Que la recuperación llegase en 2011. La había anunciado un montón de veces. Pero no va a llegar. Puede incluso que 2011 sea peor que 2010. Así que ha decidido no presentarse, y hasta imagino como lo anunciará: «para dedicar todo mi tiempo y esfuerzos a superar la crisis». O sea, que se sacrifica por nosotros y tenemos que agradecérselo. Con ello espera matar dos pájaros de un tiro: desviar hacia su posible o posibles sucesores todos los palos que iban a caer sobre él y buscarse la salida lo más digna posible dadas las circunstancias. Ahora bien, si ocurriese un milagro —una luz al fondo del túnel económico, la rendición de ETA—, no descarten verle de nuevo en la palestra, exhibiendo esos méritos. Pero esas posibilidades son tan remotas que incluso un optimista antropológico como él parece haberlas descartado.
Lyndon Johnson hizo algo parecido en 1968, cuando anunció que no se presentaría a la reelección para dedicarse a acabar la guerra en Vietnam, dejando como sucesor al vicepresidente Humphrey. No consiguió ni lo uno ni lo otro. Humphrey fue derrotado y Nixon acabó la guerra. Aunque hay enormes diferencias entre Estados Unidos y España, en este caso no crea que las haya. Quien sea el sucesor de Zapatero tendrá que cargar con su herencia, a la que se añade una crisis que en España toma aspectos dramáticos. Si elige a alguien de su equipo, se le acusará de haber contribuido al desastre. Si elige a alguien fuera de él, lo primero que tendrá que hacer es renegar de la herencia recibida. Aparte de la dificultad de encontrar a alguien dispuesto a ello, aunque hay políticos que se apuntan hasta a un bombardeo. Y si lo deja decidir al partido, la lucha dentro de él por la sucesión lo dejará herido de muerte, como ocurrió tras la era González.
Tenemos ante nosotros quince meses malos para España y peores para el PSOE. Si Zapatero cree que podrá aliviarlo anunciando su retirada a plazo, se equivoca. En realidad, está reconociendo su impotencia y su poder se irá desvaneciendo. La única forma de hacer un favor al país y al partido hubiese sido haber anunciado su retirada al darse cuenta de sus errores, pero la desperdició, posiblemente al no considerarlos errores. Incluso hoy.
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