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Juan José Ballesta: «Pude haber tirado la toalla para toda la vida»

El actor da vida al tamborilero que, según la leyenda, infligió la primera derrota de las tropas de Napoleón, a las que asustó gracias al eco de las paredes de Montserrat

ABC

Federico Marín Bellón

Juanjo Ballesta (Madrid, 1987) ha pasado de ser el Bola, un niño maltratado, a convertirse en un héroe. En su última película, «Bruc, el desafío», coprotagonizada por la estrella francesa Vincent Perez, logra vencer a las tropas napoleónicas, que juran venganza. El chaval no puede ser más espontáneo en sus respuestas. Imposible tratarle de usted.

—¿Cómo ves tu evolución como actor?

—Muy buena, la verdad. He tenido un año muy bueno. No me puedo quejar. Siempre intento cambiar de registros, de personajes, no encasillarme y hacer cosas distintas. Hace un mes me metí en la piel de un lobo y ahora en la de un héroe. La siguiente espero que sea comedia o romántica o de galán.

—Sí, porque parece que te has especializado en papeles físicos, al aire libre, incluso en la serie «Hispania».

—Son los que más me gustan. Es mucho mejor que meterte todo el día en un plató aburrido. Trabajar al aire libre es un privilegio.

—¿Como fue este rodaje con estrellas internacionales?

—Fue complicado. Requería mucho esfuerzo físico. Con Vincent (Perez) fue muy bien. Y con todos los franceses, que son muy buena gente. Con Vincent temía que al ser una estrella de Hollywood… y luego es un tío supermajo. Se venía a mi casa a comer. Luego nos echábamos la siesta cada uno en un sofá.

—Han comentado lo bien que hablas el catalán en la película, pero los que la ven doblada no sé si disfrutarán igual (aunque Ballesta se dobla a sí mismo).

—Es verdad que en las películas españolas, no sé por qué, cada vez que veo a un personaje que han doblado lo pillo de marrón y no me lo creo. Pero estaba bastante bien la voz que le han puesto a Vincent y a los demás. Sé cómo son porque los conozco y me ralla un poco, pero me la creo.

—Has tenido una carrera muy precoz. ¿Cómo valoras haber empezado tan pronto, ahora que tienes más experiencia?

—He perdido un poco mi niñez, porque me la pasé de rodaje en rodaje, pero creo que es otra forma de vivir. Tiene que haber de todo. He disfrutado a tope y el cine me ha hecho aprender mucho. Me ha hecho madurar antes de tiempo, eso sí. Con 23 años ya tengo un niño de tres años, mi casa, mi mujer, mi hijo. Vivo un poco más acelerado que los demás, pero creo que no me he perdido nada y estoy muy contento con la vida que he llevado.

—¿No te cambiarías por otro niño más «normal»?

—Nunca en la vida. No me arrepiento de nada. Unas cosas me cuestan más y hay días que tengo más dinero que otros, pero nunca me cambio. Agradecido estoy con lo que tengo.

—¿Es compatible la vida de actor con llevar una familia?

—Tío, no puedes salir a la calle normalmente, a centros comerciales. Ser conocido es muy difícil, más para mí, que me gusta pasar desapercibido y ser una persona corriente. No me gusta mucho la fama, pero sé que me debo a mi público. Se me hace un poco rollo, la verdad, no poder salir a hacer la compra. Para comprarme unas zapatillas o unos vaqueros me tiro tres horas, porque la gente no me deja comprar. Hay que acostumbrarse. Sí echo en falta ser una persona normal, ir a tomarme una hamburguesa sin que la gente me mire. Creo que esa batalla la tengo perdida hace muchos años.

—¿Qué te dicen las estrellas más veteranas?

—Que me lo tome con filosofía. Cuando hice el capítulo 1 de Hispania no podía ni salir a la calle. Si iba a comprar se paralizaba el centro comercial en torno a mí. Es un poco sacrificado en todos los aspectos.

—Incluso llegaste a tener una pequeña crisis que te llevó a dejar el cine.

Sí, pero yo creo que me vino bien. Fue un momento que me rallé, que me pilló con 17 años y tres promociones. Ahora también estoy haciendo tres: «Entrelobos», «Bruc» e «Hispania», pero me las como con patatas y disfrutando. Aparte, que me gusta hacer entrevistas. Me pilló muy joven. Salía en todos los programas de televisión. Creo que me vino bien parar, reflexionar y pensar: ¿qué quiero hacer? Si no, podría haber llegado a ser un problema. Pude haber tirado la toalla para toda la vida.

—En aquella época cosechaste incluso cierta fama de difícil.

Era mi época en la que yo salía a las discotecas. La noche solo da problemas. Tuve una racha que a los chavales no sé qué les pasaba. Andaban un poco con la mosca detrás de la oreja. Me conocían y se me tiraban al cuello. Ahora que soy padre y estoy más tranquilo no salgo. Me voy al parque con mi hijo. Ahí no tengo ningún problema. Pero las discotecas, la juventud, el alcohol... Yo nunca me he buscado ningún problema, pero a lo mejor he tenido una discusión en una discoteca porque me han empezado a vacilar y hemos acabado a palos, con un puñetazo en la cara, sin hacer nada. Me han reventado un ojo, una ceja... A mí no me gusta tener esos problemas y encima sales en los periódicos y me tachan a mí de malo. Es lo que tiene. Igual que me hacen críticas buenas, hablan mal de mí. Yo lo acepto, no lo comparto, pero ahora estoy muy tranquilo, porque esos problemas no los voy a tener más. Ya no saldo a ningún lado.

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