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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

El terremoto andaluz

Con los resultados de Cataluña y las perspectivas de Andalucía, Rajoy tiene franco el camino de La Moncloa

Día 21/12/2010
CUANDO Aznar ganó por mayoría absoluta, en el año 2000, el PP no logró superar al PSOE en Andalucía. Ahora que le saca nueve puntos en una encuesta semioficial y que en Cataluña es la tercera fuerza política, Rajoy sólo puede perder las elecciones si se enreda en una conspiración contra sí mismo. La sideral distancia de los actuales sondeos se acabará estrechando a medida que se aproximen las urnas, pero los socialistas van a llegar tarde a la remontada incluso aunque cambien de candidato. El vuelco que pronostica la demoscopia ya no es una tendencia sino un estado de opinión consolidado y constante.
Para el socialismo andaluz, el peligro no viene tanto de la intención de voto, siempre sujeta a la cocina de la proyección de resultados, como de un dato demoledor que cuestiona la larga hegemonía de su principal feudo autonómico: el setenta por ciento de los ciudadanos desea un cambio de gobierno al cabo de treinta años monocolores. Ésa es la fotografía del hartazgo, el retrato de un régimen cuarteado que se desmorona por la sensación de fracaso del zapaterismo y el cansancio de largos años de inmovilismo histórico. La maniobra de sustituir a Chaves por Griñán no funciona porque ha coincidido con el desmoronamiento de la imagen de Zapatero y ha dejado a la izquierda sin referente. La única posibilidad del presidente de la Junta pasa por evitar in extremis la mayoría absoluta de un Javier Arenas que en menos de dos años ha transformado diez puntos en contra en nueve a favor. Es decir: pasa por echarse en brazos de Izquierda Unida para compartir un poder que siempre ha considerado patrimonio propio. Eso sí, al lado del presidente de la nación, Griñán es todavía el rey del mambo: sólolo suspende un 40 por ciento de los andaluces, por el 68 largo que desaprueba al jefe del Gobierno.
Acaso Arenas, a cuyo trabajo paciente y tenaz habrá que hacerle una justicia que le escatiman incluso algunos correligionarios que jamás se han enfrentado a un régimen tan sólido, acabe naufragando otra vez en la orilla de un éxito insuficiente, pero sus resultados son zancos para que Rajoy alcance La Moncloa. La clave estará en las tripas de las próximas elecciones locales, en el número de votos que incremente el PP en los municipios de la Andalucía profunda, el último granero socialista. Ahí es donde se está desmoronando una socialdemocracia que ya no tiene respuestas clientelares porque se ha acabado el dinero para repartir recursos. Esa geografía rural del Sur y el cinturón laboral e inmigrante de Barcelona son los ejes por los que se está partiendo el Partido Socialista, abierto como una falla ante un terremoto. Si continúa perdiendo respaldo en ellos nada podrá evitar no ya la derrota, sino el descalabro. Y de momento son una sangría.
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