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Una silla vacía para el Nobel de la Paz

Es la quinta vez que un galardonado no puede recoger el Nobel, pero solo la segunda, desde la Alemania nazi, que nadie asiste a la ceremonia en su nombre

REUTERS

pablo m. díez

Al tiempo que China cerca a los disidentes en el país, representantes de numerosos países celebran hoy en Oslo la entrega del Nobel de la Paz al activista Liu Xiaobo en una solemne ceremonia con una silla vacía . Por primera vez en 74 años, el galardonado no podrá recoger el prestigioso premio dotado con 1,4 millones de dólares.

Así, una foto de Liu Xiaobo ocupa el asiento donde debería sentarse el Nobel de la Paz . Pero el disidente chino no puede estar presente en la ceremonia de entrega que se celebra en el Ayuntamiento de Oslo porque se encuentra cumpliendo una pena de once años en la cárcel de Jinzhou , ubicada en la provincia de Liaoning a 500 kilómetros de su casa en Pekín.

Vigilada por policías y guardias de seguridad, allí permanece su esposa, la poetisa Liu Xia, quien tampoco podrá acudir a la capital noruega para recoger el premio porque fue confinada bajo arresto domiciliario cuando se le concedió el galardón en octubre.

Las autoridades chinas solo la dejaron salir para ir a la prisión y comunicarle la noticia a su marido. Desde entonces, solo ha podido comunicarse con sus allegados enviando a través de Twitter un par de mensajes que han burlado la censura que impera sobre las redes sociales, como Facebook o Youtube.

Desde la Alemania nazi

Es la quinta vez que un galardonado no puede recoger el Nobel , pero solo la segunda que nadie asiste a la ceremonia en su nombre. Para encontrar tan siniestro precedente hay que remontarse a la Alemania nazi de 1936 , cuando Hitler no permitió la salida del pacifista Carl von Ossietzky .

En pleno siglo XXI, la nueva China del progreso y la modernidad ha vuelto a hacer lo mismo, asegurándose de que ningún amigo o familiar de Liu Xiaobo le saca aún más los colores ante la comunidad internacional. Para ello, el régimen de Pekín no solo ha puesto a buen recaudo a otros disidentes, sino que en los últimos días incluso ha impedido que salgan del país figuras críticas como el artista Ai Weiwei , cuyo viaje ni siquiera rozaba Noruega.

Pero, por si acaso, el autoritario régimen chino ha vuelto a matar moscas a cañonazos, haciendo aún más visible el enojo que le ha causado este Nobel, una auténtica bofetada al Partido Comunista.

Acostumbrados a lucirse ante el mundo con los Juegos Olímpicos de Pekín y la Expo de Shanghái, y a acallar las críticas internacionales con la promesa de hacer negocios en su vasto y emergente mercado, los jerarcas del Partido han reaccionado con furia.

Como suele ser habitual con las noticias críticas, la censura ha silenciado la concesión del Nobel en los medios nacionales y la ha bloqueado en internet. Pero, al tiempo que se ocultaba la historia al pueblo chino – donde la mayoría apenas conoce a Liu Xiaobo –, la propaganda de los medios en inglés acusaba a Occidente de desempolvar los fantasmas de la Guerra Fría y denunciaba una conspiración internacional para contener el ascenso de China.

Y es que Liu Xiaobo, que participó en las protestas de Tiananmen en 1989 y ha liderado la “Carta 08” por la democracia, se ha unido a otros ilustres Nobeles defensores de la libertad y los derechos humanos. Perseguidos también por sus ideas en sus respectivos países, entre ellos destacan el disidente ruso Andrei Sajarov en 1975, el líder sindical polaco Lech Walesa en 1983 y la mártir de la democracia birmana Aung San Suu Kyi en 1991.

11 años de cárcel

Durante las pasadas Navidades, tras pasar un año entre rejas, Liu Xiaobo fue sentenciado a once años de prisión por “incitar a la subversión contra el Estado”. Su delito: ser el cerebro de la “Carta 08”, un manifiesto por la democracia que se inspira en la “Carta 77” escrita ese año en Checoslovaquia contra la ocupación soviética.

Dicho documento, suscrito a finales de 2008 por 300 intelectuales y apoyado luego por miles de internautas reclamaba 19 medidas como reformar la Constitución de China, llevar a cabo una auténtica separación de poderes para alcanzar la independencia judicial, promover el multipartidismo y las elecciones democráticas a todos los niveles, garantizar los derechos humanos y las libertades de expresión, reunión y religión.

Además de alertar sobre las desigualdades sociales y los graves problemas medioambientales que sufre el país, esta carta abierta abogaba por el diálogo con Taiwán y las etnias minoritarias para avanzar hacia una república federal en China y no se olvidaba de pedir la liberación de los presos políticos y la abolición de los delitos que criminalizan a los disidentes.

Liu, un profesor de Literatura de la Universidad de Pekín que participó en las protestas de la plaza de Tiananmen en 1989, ya había pasado seis años entre rejas y bajo arresto domiciliario y era constantemente vigilado por la Policía al ser considerado un “enemigo del Estado” .

En una entrevista concedida en 2007 a ABC, Liu Xiaobo, que medió entre los estudiantes y el Ejército para evitar la masacre, aseguró que “Tiananmen no fracasó porque despertó en China la lucha por la democracia y los derechos humanos, dos conceptos que entonces estaban catalogados como un delito y hacia los que ahora avanza el país”.

Por ese motivo, aseguró que “cada vez hay más voces capaces de enfrentarse al Gobierno”, aunque tal osadía siga pagándose con la cárcel.

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