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Gallardón felicita con Serrano

El alcalde elige de nuevo una foto del archivo de ABC, y a Baroja, Azaña y Pereda

Teodoro naranjo (archivo Abc)

CARLOS HIDALGO

Muy literaria, como suele ser habitual en él, viene este año la felicitación de Navidad del alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, que nunca da puntada sin hilo: tres citas de tres autores de relieve y nada dados a la corrección política. José María de Pereda, Pío Baroja y Manuel Azaña. Tres visiones distintas de un Madrid con acuse de recibo. Y, cómo no, la imagen navideña de este singular «christmas», sacada del archivo fotográfico de ABC, es de la calle de Serrano, que, junto con la Gran Vía, ha sido la gran protagonista de este 2010 que se nos va ya de las manos.

En el capítulo VIII de «Pedro Sánchez», la obra que el cántabro y carlista Pereda escribió en 1883, encontramos el primero de los mensajes cifrados de Gallardón: «Aquello es Madrid ... ¡Ah, si yo tuviera poder para tanto!... ... Una lluvia espesa de pólvora fina; en seguida otra lluvia de rescoldo..., y como en la gloria todos los españoles. Hízome reír y dióme que pensar esta ocurrencia y ya no se habló más que de Madrid en toda la jornada». Una visión de ese «rompeolas de España» machadiano como centro neurálgico no sólo de sus parabienes, que son muchos, sino de críticas, envidias, insidias y todo el glosario de debilidades humanas habidas y por haber. Lo bueno y lo malo, según el sujeto paciente, «y como en la gloria todos los españoles».

«Calumniado Madrid»

Madrid, ahora, como diana de inquisidores políticos y económicos. Madrid como saco de boxeo: el púgil sonado, ya sin apenas conciencia, que deja un «calumniado Madrid», como si fuera receptor de una bala perdida. Sólo dos palabras de Baroja, que de economía expresiva y avinagrar el tono sabía un rato. Y vaya si sabía. El destinatario, menos dinámico que el verbo de don Pío, ya debe de haberse grabado a fuego esta sinestesia.

«Pero el caso es que España necesita un Madrid. Partiendo de una idea de España, Madrid se obtiene por pura deducción». De la sinestesia al silogismo. La abracadabrante postal de Gallardón, como un triple jeroglífico, se vale también de este razonamiento político de Manuel Azaña, el alma de la Segunda República. Dos ideas en una; o una idea expresada de dos maneras, a gusto del consumidor. Madrid como santo y seña de un país siempre mirándose las costuras, siempre a medio hilvanar, pero sin rotos, según podría deducirse de la visión gallardoniana. ¿Y si Madrid funcionara, en este párrafo, como nombre propio de persona? El intercambio —políticamente hablando— pondría a fumar en pipa a muchos, tanto a un lado como a otro del espectro político de Gallardón. De cualquier manera, quizá, el hallazgo de esta frase fuese, en todo caso, encontrar «una idea de España». Una entre tantas.

Un año más, Gallardón ha apostado por las letras españolas. Si las fiestas pasadas glosaron a Ramón Gómez de la Serna y la Gran Vía; en 2008, fue un texto de los Juegos Modernos, en referencia a aspiraciones olímpicas que hoy parecen dormidas. Antes vinieron Galdós, Paz, Unamuno y Maragall, Logue y Rilke. Postales como tertulias en el Pombo.

La imagen sepia de este año es del maestro del fotoperiodismo Teodoro Naranjo, del 23 de marzo de 1957. El que más se acercó en vida a ella fue Baroja. Tal vez por ello, Serrano se nos muestra casi vacía, sólo espolvoreada por el granizo sobre las aceras (más estrechas que ahora, en todos los sentidos), una joven que pasea a un perro de algodón y sin tráfico, excepto el público, representado por un autobús. «¡Cómo hemos cambiado!», parece decirnos el alcalde. Sólo los árboles, pelados de otoño, pasan frío.

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