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El BCE, o cómo regular para un país que no existe

La necesidad de consenso en una Unión sin consolidar obliga al BCE a gobernar desde los resquiciosLa actuación de Trichet es tan reseñable por lo que ha dicho como por lo que ha callado

AFP

RAMIRO VILLAPADIERNA

El Banco Central Europeo, que también acierta cuando rectifica, ha respondido esta semana desigualmente a las expectativas creadas desde el último mes: ha sido tan reseñable o más lo que ha dicho, para la banca, que lo que no ha dicho, sobre los bonos.

Puede pensarse que el BCE se guiaba así por su economía directora: Alemania, dicho en corto, cree que son innecesarias las ayudas —compra de bonos del Tesoro— que en cambio España necesita como el oxígeno, para cumplir sus propias reformas de financiación. Hay economistas que barruntan de hecho que, la superior exposición de la banca alemana en Grecia e Irlanda, haría a Berlín descontar posibles pérdidas en España, explicando el ninguneo de Merkel.

Pero los hechos hablan mejor que las palabras que Jean Claude Trichet pronunciaba en Fráncfort: a la misma hora en que el presidente del BCE se negaba a anunciar una ampliación del programa de compra de bonos públicos (67.000 millones de junio a noviembre), la institución estaba realizando abultadas compras de deuda de Portugal, Irlanda y, previsiblemente, Grecia.

Sin molestar al electorado de Angela Merkel con titulares inoportunos, el BCE tumbaba así efectivamente los rendimientos de los bonos de estos países. Aunque al parecer las compras no incluyeron reseñablemente a España, también la rentabilidad de la deuda a diez años del Tesoro Público se beneficiaba de rebote, reduciéndose en breves horas la prima de riesgo hasta los 226 puntos básicos. Hace pues más el ruido que las nueces.

Trichet había declarado entre líneas la guerra a los especuladores, que en semanas anteriores dispararon hasta niveles insostenibles los diferenciales de la deuda en los países periféricos. «Los mercados no deben subestimar nuestra capacidad de reacción» ni la «determinación (del BCE) para asegurar la estabilidad del euro», prorrumpió el jueves esgrimiendo el dedo amenazador.

El consejo ejecutivo decidía asimismo mantener las subastas semanales, mensuales y trimestrales, a tipo fijo y con adjudicación plena; al menos hasta abril de 2011. El programa de compra de bonos continuaba en marcha, si bien no decía más. En cuanto a la evolución macroeconómica, no debía sorprender el mantenimiento del tipo de referencia en el 1%, pese a revisar al alza las previsiones de crecimiento e inflación.

El banco se retractaba, una vez más, de la preanunciada retirada de las medidas de liquidez, especialmente criticadas por el gobernador del Bundesbank y principal aspirante a suceder a Trichet. Un pacto tácito en el consejo buscaría actuar con discreción y contentar al ala dura, esto es, alemana. El Bundesbank había exigido poner coto a las medidas extraordinarias de liquidez a plazo, dejando apenas acceso ilimitado a una semana, así como al plan de compra de deuda pública, al que tacha de ineficaz.

Alemania es un país del que llegan buenas noticias: crece, y también malas: siembra dudas. Por las primeras se sabe que la economía crecerá en 2010 a su mayor ritmo desde la reunificación (3,7%). De las segundas, como señalan los bancos de países afectados, recaen demasiado sobre los países con problemas; cuyos duros planes de austeridad —exigidos a su vez por Berlín— están complicando a su turno la salida de la crisis económica. Y, por lo tanto, el pago de sus propias deudas.

Reestructuración de deuda Hace semanas que Alemania se empeña en promover la cuestión de las reestructuraciones de deuda, un debate muy perjudicial, según el Economista Jefe de Intermoney, «para la salud fiscal de la eurozona en este momento». Así, mientras la prima de riesgo de aquellos países se dispara, y el bono del Tesoro a 10 años ha alcanzado un diferencial de 300 puntos básicos sobre la seguridad del bund alemán, la deuda alemana se beneficia de tamañas dudas como refugio y su prima está en mínimos históricos (2,4%).

Trichet ha advertido a los tiburones que «en sus análisis tengan en cuenta todos los elementos, también el compromiso que han demostrado los países y sus gobiernos con sus planes de consolidación fiscal». Y recuerda que el déficit público de la eurozona va a ser «mucho mejor que el de Estados Unidos o Japón este año y el que viene».

La canciller Merkel ha aprovechado para moderar su discurso, después de retrasar la ayuda a Grecia, precipitar la de Irlanda y asustar a los inversores con llamadas a pagar sus riesgos («la UE no se creó para enriquecer a inversores financieros»), pero sin facilitar un detalle. El secretario de Estado López Garrido decía a este diario en Berlín que el gobierno alemán habría reconocido «problemas de comunicación». Entre los jefes de gobierno de ambos países más bien han sido de «incomunicación» y caro se ha pagado, estiman expertos bilaterales.

Relajar tensiones

En distinta categoría, Madrid como Berlín habrían sembrado incertidumbres y cosechado contagios especuladores. Ahora buscan relajar la tensión ante la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del 14 de diciembre, a fin de facilitar compromisos que demuestren también unión política además de monetaria.

Pero, pese a desear tocar una misma partitura, la cuestión es que el gobierno alemán quiere tocar a rebato con Wagner y el resto algo más alegre, como ha visto el experto de Intermoney. Trichet deja claro que, a diferencia de la Fed, el BCE no emprenderá impresiones masivas de billetes, pero tampoco va a contemplar cómo los especuladores atacan al euro.

Habría logrado meterles miedo en el cuerpo con compras inesperadas de bonos, a fin de tomarlos a contrapelo cuando apuesten en corto por bajadas del mercado. Pero, respecto a la duración del golpe, los analistas insisten en que la pelota sigue en el tejado de los gobiernos europeos, para acometer las reformas necesarias que lleven a la eurozona a compartir algo más que una moneda única.

Es un hecho que la segunda oleada de crisis ha disparado la incredulidad en la moneda única. El economista Henrik Enderlein dice al «Spiegel» que «el euro está más en peligro que nunca», «esta crisis es mucho peor que la del año anterior», el BCE haría la política monetaria correcta pero para un país que no existe.

El ángulo hispano-alemán de la eurozona muestra que Alemania, que partía en 2009 con una recesión del 5%, terminará 2010 con un crecimiento del 3,7% y un superávit de 18.500 millones en su balanza comercial. Decir en cambio que la economía española está estancada, es probablemente una sobrevaloración. Así que la crisis muestra que la zona del euro es asimétrica —algo que se sabía— aunque no por ello inviable, si bien no monetariamente óptima.

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