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ENTREVISTA - Tomás Azcárate - Gerente de Santa Cruz Sostenible

«Santa Cruz de Tenerife tiene un problema en la calidad del aire»

Tras unos inicios convulsos, la Fundación capitalina empieza a caminar con paso firme con el reto de que Anaga sea declarada Reserva de la Biosfera

JAVIER REYES

Lejos de lo que pueda parecer desde fuera, la Fundación de Santa Cruz Sostenible tiene de todo menos dinero. «Hasta los ordenadores los ponemos nosotros», comenta a este periódico su gerente desde la sede, unos locales de la Sociedad de Desarrollo cedidos por el Ayuntamiento.

—Con la crisis económica actual parece que no es el mejor momento para crear una fundación...

—Ahora hay unas circunstancias excepcionales de crisis, y con la dotación fundacional el Ayuntamiento puso 150.000 euros hay que vivir. Se trata de buscar actividades con las que autofinanciarse y tener vida independiente. No tiene sentido crear órganos que necesiten financiación pública. El dinero lo tenemos que gestionar de forma cuidadosa, no es dinero para gastar sino para vivir. El reto es conseguir otras vías de financiación.

—¿En qué andan metidos ahora?

—Tenemos pequeños proyectos que tratan de fomentar el desarrollo sostenible desde una perspectiva integral que abarque aspectos económicos, socioculturales y medioambientales. Este mes, por ejemplo, va a haber 15 charlas en colegios. El proyecto emblemático, no obstante, es la Reserva de la Biosfera de Anaga.

—¿Qué potencial tiene el paraje?

—La Unesco es exigente, y Anaga es un sitio perfecto. Tiene valores de fauna y flora excepcionales, es el sitio de Europa con más especies endémicas por metro cuadrado. La filosofía de la Reserva es dinámica, de desarrollo, no de proteger y que no se haga nada. Es un paraje de valor ecológico que tiene potencial de uso y ser aprovechado por las personas que viven en el entorno. La Reserva te obliga a hacer una zonificación y decir qué vas a hacer en cada sitio, con el objetivo de que se use. Se trata de que las personas que viven ahí puedan usar de forma sostenible los recursos. Tiene tres zonas: transición, tampón que coincide con los límites del parque rural y núcleo. La Reserva de la Biosfera no es una ley, es un compromiso de la gente y las instituciones para cumplir con el desarrollo sostenible.

—Los vecinos no parecen tan entusiasmados...

—Están preocupados. Yo llamo a Anaga una isla dentro de una isla. Es verdad que hay un déficit de infraestructuras importante y con las últimas tormentas lo han pasado mal. Ven que con el parque rural les han restringido actividades, pero están orgullosos del nivel de conservación de su entorno. Su gran preocupación, para la gente que vive dentro del parque, es que la Reserva traiga más restricciones.

—¿Y qué están haciendo para tratar de convencerlos?

—Llevamos dos o tres meses hablando con ellos. Siempre les pongo los ejemplos de otras islas. La Reserva es un reconocimiento de la Unesco de un compromiso para llevar a cabo iniciativas conjuntas, pero no implicará más restricciones. No es una ley que pueda cambiar lo que ya hay. Otra cosa es que dentro de unos años se hagan rascacielos en Anaga y la Unesco retire la declaración, como puede pasar en Daimiel. No te obligan a nada, es un compromiso voluntario. Es un foro de diálogo en el que vecinos e instituciones, con sus intereses, hablan y discuten sobre qué proyectos hacer para lograr el desarrollo de Anaga. Por ejemplo, en La Palma están asesorando a los ganaderos en como desarrollar sus productos y venderlos con el sello de Reserva de la Biosfera. Se fijan protocolos de buenas prácticas para que el producto sea admitido, y así se crean economías de escala en el territorio y valor añadido. Los productos tienen la garantía de que están hechos en La Palma y con respeto al medio ambiente. Y les ayudan a comercializarlo de tal manera que el incremento de beneficios llega al 21 por ciento. Y se puede hacer más cosas: turismo, creación de empresas... Hay desconfianza inicial, pero explicándolo bien, los vecinos entenderán que es bueno para el territorio. Y si no lo quieren no se hará. Y creo que es una pena porque Anaga tiene una oportunidad para destacar.

—Hablar de sostenibilidad en Santa Cruz con la refinería al lado tampoco debe ser fácil...

—El estudio de la Universidad de Santiago de Compostela corroboró que hay problemas con metales pesados, con una concentración alta en determinadas zonas. La conclusión es que la refinería es un foco de emisión de níquel y que podía ser un problema. Según técnicas homologadas, sabemos que el níquel está por encima de valores objetivos en algunos puntos con respecto a lo que marca la Unión Europea. La Consejería, lo único que puede hacer es cumplir la ley, y la exigencia de bajar esos valores es a partir de 2012. Pero, ¿cómo sabemos qué es la refinería? Santa Cruz tiene un problema en la calidad del aire. El Informe sobre el Perfil Ambiental de España detecta que somos la segunda peor ciudad de España en PM 10, partículas diminutas que pueden ser perjudiciales para la salud.

—De hecho, la refinería tiene la Autorización Ambiental Integrada...

—Vamos a suponer que la refinería cumpla. ¿Es suficiente?, ¿garantiza que no hay afección a la salud?, yo no digo que la haya, pero habrá que investigarlo. Me consta que el Ayuntamiento le hizo una solicitud a la Consejería de Sanidad sobre si existían estudios de morbilidad y mortalidad en temas respiratorios para poder hacer estudios comparativos, y no me consta la respuesta. Está bien cumplir la legalidad pero también hay que saber si hay afectación a la salud.

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