Oro parece y plata no es
«EL CABALLERO DE LA ROSA»Autor: Richard Strauss. Dir. musical: Jeffrey Tate, Jonas Alber. Dir. escena y escenografía: Herbert Wernicke. Intérpretes: Anne Schwanewilms, Franz Hawlata, Joyce DiDonato, Ofelia Sala... Lugar: Teatro Real. Fecha: 3-XII-2010
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Aunque sólo sea por conceder al César lo que le corresponde, merece la pena ojear el ya amarillento papel prensa de 1995 y recordar qué fue de aquel «Caballero de la rosa» dirigido escénicamente por Herbert Wernicke y estrenado en Salzburgo. Se verá que, hasta ... los más fieles, narraron el pinchazo, el abucheo y la frialdad de la producción, «el primer fiasco en etapa de novedades escénicas y musicales», lo que añade algún matiz a la muy elogiosa campaña que estos días ha precedido la reposición de aquel trabajo en el Teatro Real. Que, por cierto, se estrenó anoche y que, por fin, ha servido para casi agotar las entradas, lo cual es muy de agradecer en una temporada, que en este sentido, caminaba algo reenqueante. La crisis.
Por supuesto que a estos antecedentes hay que añadir ahora el tamiz del tiempo y el creciente poso de admiración dejado por el desaparecido Wernicke, por sus ideas y propuestas. Quince años no pasan en balde y, del mismo modo que La Mariscala concluye el nostágico paseo por la escena afirmando que «sólo quien vive las cosas puede contarlas», lo cierto y verdadero es que hay mucho de perdurable en este trabajo escénico abocado en su día a unos antecedentes y a una realización musical que contribuyeron poco a su gloria.
Desde entonces muchos gestos aquí planteados se han repetido reiteradamente y hasta se han producido rupturas más radicales con la tradición. Dicho de otro modo: que otros han venido para llenar la escena de espejos aunque con resultados mucho menos intensos e interesantes, y varios han pretendido desmesura en los detalles, como aquí sucede con los cómicos, sin lograr que lo heterogéneo del variopinto zoológico de personajes que aparecen (cazadores, cocineros, médicos…) logren un efecto de tanta ironía ante las contradicciones que plantea la obra. Todo ello con independencia de algún matiz más discutible, en el que quizá algo tenga que ver la reconstrucción hecha por Alfredo Stadler.
Se explica así que la Mariscala que Anne Schwanewilms canta con gusto y maneras se recree en una especie de ensimismada depresión que nada tiene que ver con el encanto de lo melancólico al que hace referencia el personaje. O que la gracia que Joice DiDonato le añade a Octavian, y que está entre lo mejor del reparto, se pierda a través de una visualidad poco favorecedora a la que le fuerza un vestuario que le quita al personaje vivacidad y estilismo. Hay más detalles que obran en contra de esta propuesta, fundamentalmente porque este «Caballero» madrileño se construye a través de una diversidad musical de moderada solvencia. Ni el Barón Ochs de Franz Hawlata acaba de adquirir poso suficiente, ni la Sophie de Ofelia Sala, pese a la cuidada intención y vocalidad, tiene una proyección suficiente como para llegar al final con verdadero esplendor.
Lo peor, en cualquier caso, está en manos del director Jeffrey Tate a quien se le escapan por entre los dedos demasiadas sutilezas. Lo reafirma el caótico comienzo, toscas densidades, la falta de refinamiento en la sonoridad general y, a veces, un torpe acompañamiento (por ejemplo con el tenor italiano). Ya es curioso que sea el mismo infortunio que sufrió la propuesta de Wernicke cuando se estrenó en Salzburgo. En algo tendrán que parecerse. Según la Mariscala porque «el tiempo, a pesar de todo no cambia las cosas».
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