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«Somos una patética generación de ilusos adolescentes»

Alejandro González Iñárritu habla de su primera película sin Arriaga: «Biútiful»

ABC

JOSÉ EDUARDO ARENAS

El director mexicano vuela de entrevista en entrevista. Cada redactor cuenta con unos minutos, pocos, «y sin son dos menos, mejor», te dicen para ir ganando tiempo al tiempo. Se ha encargando de la promoción individualizada de «Biútiful». Javier Bardem está excluido de este apartado one on one , quizá por aquello de que donde hay confianza da asco y en la distancia corta siempre está el que deja caer una pregunta sobre el embarazo de su mujer. De modo que a rey muerto, rey puesto. Así es. Con el cerebro enormemente equilibrado del mexicano Alejandro González Iñárritu y ese lado filántropo que bordea su estampa, basta un ratito para dejarte llevar por los vericuetos de sus exposiciones.

«Estas cosas son normales —dice refiriéndose a la maquinaria publicitaria de un filme—. ¿Y cómo puede uno sacar a colación la fragilidad de la existencia con semejante premura? Me lo digo y se lo pregunto, puesto que lo metafísico forma parte de su cine: «Hay una ilusión como seres humanos por mantener el control de todo, hasta que lo perdemos —refiriéndose al personaje de Bardem en el filme—. Es entonces cuando nos damos cuenta de la fragilidad de la vida y de lo quebradizos que somos. Es ahí donde nos conocemos y se revela la condición humana —habla de nosotros—. En esa zona de inestabilidad se mueven siempre mis personajes». Sus personajes, en efecto, y nuestra propia realidad.

La negrura del telediario

«Con todo y eso, existe mucha gente que nos acusa de exagerar», dice. Su cine no es una polaroid, escudriña el alma en HD. «A ellos (los críticos) les invito a demostrarle que hay más dureza y negrura en veinte minutos de un telediario que en “Biútiful”. Hemos perdido la capacidad de asombro ante la cantidad vertiginosa de eventos y estadísticas, mientras que lo que hago yo es simplemente individualizar un par de historias de las que ves todos los días con números y sin nombres, sin caras. Si lo logras, el cine y el arte tiene esta hermosa capacidad de encapsular un pequeño momento que trato de ver y llevar de una forma hiperrealista, microscópica. Cuando sucede y te da tiempo de verlo de una forma racional, entenderlo, y también atreverte a emocionar si es que te atreves y no actúas de policía intelectual y te separas de la historia, es que la ficción te habla de la vida más que la realidad».

La crisis de la teratología (estudio de las anomalías y monstruosidades del organismo animal o vegetal): «Somos la primera generación en la historia de la Humanidad en la que los padres se visten igual que los hijos. Somos una patética generación de ilusos adolescentes que no queremos envejecer. Y eso es la negación de la vida misma, porque ignorar y negar la muerte hace que no disfrutes cada momento de la vida. Hay un poema de Jaime Sabines que yo tenía de prólogo en la película. Más tarde lo quité para ahora arrepentirme. Fue la génesis de la película. Dice así. “Alguien me habló al oído todos los días y me susurró lenta y suavemente vive, vive, vive… era la muerte”. Ese poema es la película, el morder la vida a partir de la inevitabilidad de la muerte».

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