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Apuntalar Copenhague en el marco de la ONU

AnálisisNadie apuesta por lograr un tratado vinculante post Kioto en la Cumbre del Clima que hoy comienza en Cancún

ARACELI ACOSTA TERESA PLATEROS

La comunidad internacional responsable de la negociación del futuro régimen de cambio climático se enfrenta a la recta final de las negociaciones de este año en la Cumbre de Cancún. Esta cita deberá constituir un paso determinante hacia un nuevo régimen climático internacional y para ello, debemos trabajar en Cancún para apuntalar que el Acuerdo de Copenhague con sus compromisos de mitigación respaldados por más de 120 países sea asumido dentro el marco de Naciones Unidas. Además, tenemos que establecer las bases de lo que será el contenido fundamental por el que se deben regir las relaciones entre los países para conseguir un régimen climático eficiente, equitativo y solidario.

Construyendo sobre la base de los consensos existentes, en Cancún, podremos conseguir un conjunto equilibrado de decisiones que permita el arranque inmediato del futuro régimen a través de los recursos financieros que ya se están movilizando por parte de los países desarrollados, muy en particular por parte de la Unión Europea que en 2010 desembolsará cerca de 2.400 millones de euros. Por último, en Cancún deberá acordarse un plan de trabajo de Naciones Unidas para cerrar aquellos aspectos que queden pendientes para sesiones futuras. España está trabajando en línea con la Unión Europea para que se cristalicen los avances conseguidos este año y se dé una señal clara y contundente a todos los actores públicos y privados sobre el inicio del rodaje de la nueva agenda de transformación.

El cambio climático es un reto, y también una oportunidad que debemos gestionar de manera transversal en un contexto económico complicado que requiere de liderazgo. Pero cuanto antes se den las señales, antes se producirá el cambio y más eficiente será el necesario proceso de transformación.

El objetivo prioritario en la Cumbre de la ONU de Cambio Climático que hoy comienza en Cancún (México) es no dar ni un paso atrás sobre lo acordado en diciembre del año pasado en la capital danesa. El reto es que los elementos incluidos en el Acuerdo de Copenhague, fundamentalmente los referidos a la reducción de emisiones, queden como «un compromiso anclado dentro de Naciones Unidas», según Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático, quien dirigirá las negociaciones por parte española hasta que se incorpore la ministra Rosa Aguilar, previsiblemente el 7 de diciembre. Y es que hay que recordar que ese Acuerdo de Copenhague, aunque refrendado hasta la fecha por más de 120 países, no es más que papel mojado en términos de obligatoriedad, puesto que el plenario de la Cumbre de Copenhague solo «tomó nota» de él, después de que los países del eje bolivariano (Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba) más Sudán y Tuvalu

impugnaran el texto por sentirse marginados en una negociación realizada a puerta cerrada y comandada por Estados Unidos y China. Por tanto, es importante que en esta cita se adopte una decisión que recoja ese acuerdo para que así los países «se comprometan a reducir sus emisiones y a rendir cuentas, pero siempre dentro de la ONU», afirma Ribera. Lo cierto es que las metas puestas sobre la mesa por los países industrializados no son suficientes para abortar un incremento de la temperatura global del planeta de dos grados por encima del nivel preindustrial, límite de seguridad en el que coincide la comunidad científica. Las cifras ofrecidas suman una reducción total de las emisiones de las naciones desarrolladas de entre un 12 y un 18%, lo que conduciría a un incremento de la temperatura de cerca de 4ºC, según Aida Vila, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace.

Y no parece que en Cancún las cifras de reducción de emisiones puedan variar al alza. «No es muy probable que podamos aumentar esas cifras este año», reconoce Ribera. En cambio, los planes de acción ofrecidos por las naciones emergentes, como China y Brasil, suman un 28% de limitación del crecimiento de sus emisiones para 2020 —lo que piden los científicos está entre un 15 y un 30%—, por tanto, al menos hasta el momento ellos han respondido mejor a la Ciencia que los países desarrollados.

Revisar las metas en 2015

Objetivos de recorte o de limitación de emisiones insuficientes, pero que de acordarse en el seno de la ONU supondrían la primera vez en que países como EE.UU. o China se comprometen a limitar sus gases de efecto invernadero en un marco que no sea solo el nacional, y con luz y taquígrafos. Eso sí, en ningún caso se espera que de esta cita salga un tratado vinculante, que dé continuidad al protocolo de Kioto, que expira en 2012. No obstante, como matiza Ribera, en ese acuerdo de Copenhague se recogen otros puntos, como que esos objetivos de reducción de emisiones deben revisarse «con arreglo a lo que diga la Ciencia, a más tardar en 2015».

Por tanto, de lo que se trata ahora es de asegurar lo conseguido en Copenhague para poder ir más allá en próximas citas. Puede parecer un objetivo asequible, pero dentro de la ONU casi nada lo es. La secretaria de Estado de Cambio Climático define así la situación: «El acuerdo es posible, pero el nivel de consenso es frágil».

Más o menos en los mismos términos se expresó el enviado especial de EE.UU. para el cambio climático, Todd Stern, para quien «las diferencias entre los países son muy reales», por eso «tenemos que avanzar en todos los temas clave que se incluyeron en el Acuerdo de Copenhague».

Recorte de emisiones Los límites propuestos son insuficientes para abortar una subida de temperatura por encima del límite de seguridad, que es de 2ºC

Y ese texto, además de los recortes de emisiones, recogía un aspecto vital: la financiación para ayudar a los países en desarrollo a llevar a cabo estos cambios. Los desarrollados se han encargado de tener transferida en buena medida la cantidad correspondiente a este año (en el caso de España, 125 millones de euros) para no despertar recelos, pero los progresos deben darse en todos los aspectos del acuerdo o éste volverá a esfumarse, advierten tanto la UE como EE.UU.

En este sentido, México, como país anfitrión, se ha esforzado en implicar al máximo a los países del eje bolivariano, para que no haya lugar a la espantada que protagonizaron en Copenhague. Todo parece indicar que, tras el fiasco del año pasado, se ha pasado de la esperanza de «Hopenhagen» al realismo de Cancún.

La Cumbre de Cambio Climático se desarrollará en un enclave paradisiaco, que lleva una semana blindado por las fuerzas de seguridad. Bañada por el mar Caribe, Cancún, es hoy un fortín de clima cálido-subhúmedo controlado por 6.000 policías y militares que velan por la seguridad de delegados, funcionarios internacionales, activistas y periodistas. Los retenes son omnipresentes y las fuerzas de seguridad, en grupos, patrullan armadas distintas zonas de este destino turístico.

Unas 25.000 personas de 190 países tienen que moverse debidamente acreditadas entre el Hotel Moon Palace, donde se desarrollarán las reuniones políticas, la Villa Climática y el centro de organización y logística de Cancún Messe. Desde hace una semana policías federales, del estado de Quintana Roo, y municipales han intensificado los patrullajes por la zona. Además personal de seguridad de la ONU se ocupa del Moon Palace, y embarcaciones de la Marina vigilan playas y costas. Y es que esta reunión se produce en un México convulso e inmerso en una espiral de violencia, en una zona dominada por «Los Zetas», una organización criminal que domina el este del país.

TERESA RIBERA

TERESA RIBERA ES SECRETARIA DE ESTADO DE CAMBIO CLIMÁTICO

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