Columnas

Columnas / PERSPECTIVA

Hagan sitio, señores

Si el Gobierno no se atreve a aplicar un plan de estabilización como el de 1958, que se quite de en medio

Día 25/11/2010
LA economía española se tambalea castigada por la crisis de la deuda europea y no se trata de insistir en lo que no somos, sino en hacer realidad lo que decimos querer ser. El gobierno de coalición irlandés se resquebraja y la bomba de relojería que supone una imperfecta Unión Monetaria puede saltar por donde nadie lo esperaba. El guión oficial apuntaba a España o Italia como escenarios de la partida definitiva. Por tamaño, historial y también, por qué no, por su carácter pasional, se temía que un gobierno mediterráneo fuera incapaz de asumir los exigentes compromisos que supone el euro y cayera víctima de la tentación populista. Pero la inestabilidad política irlandesa, la obcecación europea y el crónico sectarismo de nuestro Gobierno, más preocupado en culpar al PP que en responder a la realidad de unos mercados financieros que se han secado para España, amenazan con precipitar los acontecimientos.
La Unión Europea es una construcción llena de matices, con un indudable éxito político y económico, pero escasa presencia internacional y cero sentimientos. La hemos convertido voluntariamente en el tío de Alemania, el pariente rico que pagaba las facturas sin preguntar ni pedir explicaciones. A veces nos rebelábamos contra ella, hasta los pobres tienen dignidad, pero nunca llegaba la sangre al río porque los generosos fondos estructurales y de cohesión saciaban nuestras ansias de justicia. Además siempre se podía jugar con las normas y aplicar las directivas a nuestro ritmo y con exquisito respeto a los intereses políticos de los gobiernos de turno. Pero la Unión Monetaria es otra cosa. O hacemos como los chinos, aislamos la balanza de pagos y declaramos el euro moneda no convertible, o nos sometemos cada día al juicio de los mercados. La crisis nos pilló con la casa europea a medias, sin reglas fiscales, sin armonización bancaria y sin margen para hacer política europea de estabilización. Y con un Gobierno español instalado en la arrogancia del que no quiere ver la realidad. El resultado fue barra libre al gasto público en la vana esperanza de que el crecimiento económico retornara pronto. No ha sido así, como era perfectamente previsible. La crisis ha acentuado los desequilibrios y contradicciones internas de la Unión. Ésta se ha convertido para muchos ciudadanos europeos en el cobrador del frac, en el avaro sin conciencia ni compasión que nos exprime hasta la médula. Y ha expuesto las vergüenzas de una economía española que presumía de jugar en la Champions con dinero prestado.
Una gran parte de la clase dirigente europea ha sucumbido a la tentación de endosar a la Unión la responsabilidad del ajuste. Cuántas veces hemos oído a nuestro presidente decir «yo no quería pero me lo exige Europa». Esa Europa que lleva el neoliberalismo en su ADN. No nos sorprendamos ahora farisaicamente de que los irlandeses, como los portugueses y quién sabe si los españoles, puedan volverle la espalda a Europa. La crisis era real, la hemos gestionado fatal y tenemos un problema mayor. El Gobierno pensaba que tenía un par de fusibles en Irlanda y Portugal para llegar a las elecciones municipales y con un poco de suerte para entonces ya habría cambiado el decorado y la recuperación habría tomado cuerpo. Pero la descarga ha sido fulminante y ha cortocircuitado los mercados de crédito de tal manera que esto se parece cada vez más a una crisis de economía emergente. Si el Gobierno no se atreve a aplicar un plan de estabilización como el de 1958, un programa de ajuste típico del FMI, que se quite de en medio. Porque acabarán imponiéndonoslo.
Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad
Consulta toda la programación de TV programacion de TV La Guía TV

Comentarios:

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.