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«Adán» y «Eva», de Durero, recuperan su esplendor

Tras dos años de complejos trabajos de restauración tanto del soporte como de la pintura, las dos tablas lucen espléndidas en el Prado

ABC

NATIVIDAD PULIDO

Con la resaca aún de la celebración de los 20 años del Reina Sofía, nuestros museos siguen dándonos buenas noticias. Hoy el protagonista ha sido el Prado, que está de enhorabuena por partida doble. Por un lado, ha firmado un acuerdo de colaboración con la Fundación Iberdrola mediante el cual ésta se incopora como «miembro protector» del programa de restauraciones de la pinacoteca, además de la creación de un programa de becas para investigadores y restauradores.

En la firma del acuerdo estuvieron presentes Plácido Arango y Miguel Zugaza, por parte del Prado, e Ignacio Galán y Manuel Marín, por parte de Iberdrola. Por otro lado, dos de los tesoros del Prado, «Adán» y «Eva», las magníficas tablas de Durero, vuelven a exhibirse al público después de una complejísima restauración (patrocinada por la Fundación Iberdrola) a lo largo de dos años de intenso trabajo tanto en el soporte como en la superficie pictórica de las obras. Durante cuatro meses podrán verse de forma especial en el centro de la sala 49 del museo y no en su sala habitual, donde compartirá espacio con los otros dos dureros de la colección. Se han colocado de tal manera que se pueden apreciar tanto el anverso como el reverso de las tablas. Muy interesante, porque permite ver con todo lujo de detalles las intervenciones llevadas a cabo.

La restauradora Maite Dávila ha hecho un excelente trabajo. Como ella misma comentaba esta mañana, se trata de « una obra de calidad extrema , que ha vuelto a recuperar la atmósfera perdida, sus juego de luces y sombras, sus brillos intensos... Parece pintada con plata, tiene reflejos metálicos». Las dos tablas, dice, « han sufrido unas intervenciones muy agresivas que han desfigurado la estética de la obra. Las sucesivas restauraciones han sido muy poco respetuosas con ella: gruesas capas de barnices oxidados, repintes muy burdos... Nunca antes había visto una intervención tan agresiva en una obra de arte, como la utilización de tornillos atravesando las tablas. Ha habido que rellenar los huecos. El lado izquierdo de "Adán" estaba muy dañado, con la madera rota, llena de grietas».

Pero tan relevante como la restauración de la pintura ha sido la del soporte . En este caso los trabajos han sido llevados a cabo por dos de los poquísimos restauradores de soportes que hay en el mundo: apenas 8 o 9. Hablamos de José de la Fuente, del Prado, y George Bisacca, del Metropolitan. No es nueva la estrecha colaboración de ambos museos en materia de restauración. Recordemos que fue John Brealey quien llevó a cabo la de «Las Meninas». En el caso de «Adán» y «Eva», el Prado ha contado con la colaboración de la Getty Foundation para la restauración de sus soportes. De la Fuente y Bisacca explican los trabajos, especialmente complejos en el caso de «Adán», pues sufrió la aparición de unas grietas longitudinales en la superficie que causaron deformaciones. Se rebajó el grosor para adherirlo a una estructura rígida, que imposibilitara el movimiento de la madera. Como curiosidad, se ha experimentado con esta obra un original mecanismo de muelles para el soporte con el fin de dotar de consistencia estructural a la tabla . Se eliminó el antiguo engatillado y se cerraron las grietas que ocasionó. Después hubo que colocar una nueva estructura de refuerzo. En cuanto a la «Eva» de Durero, se atornillaron tres tavesaños nuevos para eliminar su curvatura. En 2004 el Prado organizó un simposio internacional antes de acometer los trabajos de restauración de ambas tablas, que comenzaron en 2008.

Durero realizó estas dos obras maestras en 1507, tras su segundo viaje a Venecia. Pertenecieron al emperador Rodolfo II, quien las llevó a su castillo de Praga. Durante el saqueo de la ciudad en 1648 fueron capturadas por los suecos. La Reina Cristina de Suecia no era muy amante de la pintura alemana. Gracias a allo acabaron en España. La Reina se las regaló a Felipe IV. Al ser consideradas unos desnudos pasaron a engrosar las «Bóvedas de Tiziano» del Alcázar (una especia de sala reservada). Tras el incendio del edificio se trasladaron al Palacio del Buen Retiro. Carlos III incluyó las tablas de Durero en una lista con otros cuadros «indecentes» con el fin de que fueran destruidos . Se salvaron gracias a la intercesión de Mengs, pintor del Rey, que reclamó las tablas para que pudieran estudiar con ellas sus discípulos. Estuvieron ocultas en la Academia de Bellas Artes hasta su traslado definitivo al Prado en 1827.

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