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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Dificilísimo

La desastrosa cadena de errores del zapaterismo en el conflicto del Sahara solo admite comparación con la de la crisis de 1975

Día 22/11/2010
RESOLVER el contencioso del Sahara es, en efecto, muy difícil, como ha diagnosticado con aguda clarividencia —¡cráneo previlegiao!, que decía Valle— el presidente Zapatero en sus primeras palabras públicas al respecto desde los incidentes de El Aaiún, pero mientras se encuentra una fórmula de solucionarlo conviene no estropear más lo que ya está suficientemente embrollado. Eso, complicar una situación de por sí muy enredada, es lo que ha hecho el Gobierno español bajo su augusta presidencia al transformar la actitud de ambigüedad pasiva de sus predecesores en una abierta toma de posición a favor del expansionismo marroquí y su política de hechos consumados, desequilibrando la ya desfavorable relación de fuerzas que soporta la causa saharaui y mostrándose connivente con una manifiesta violación de los derechos humanos. La cadena de errores cometidos por el zapaterismo en apenas dos semanas es tan desastrosa que solo admite comparación con la que cometió el franquismo terminal durante la crisis de 1975. Y con el mismo resultado, por cierto: la consolidación de factode los intereses de Marruecos, respaldados por Estados Unidos, sobre un territorio que el derecho internacional no le ha adjudicado.
Esa serie de despropósitos —descoordinación diplomática, anuencia con la brutalidad represiva marroquí, conchabamiento público de los ministerios de Interior, amedrentamiento expreso ante las amenazas veladas del sultanato, tolerancia y cooperación con la censura de prensa, desprecio hacia el Polisario y renuncia al ejercicio del papel de referencia de España como antigua potencia metropolitana— no sólo ha liquidado la credibilidad española para mediar en el conflicto sino que ha triturado la maltrecha coherencia de la política exterior zapaterista al chocar frontalmente con los principios retóricos que la sustentaban. El presidente ha vulnerado su propia doctrina internacional, la que aplicó con tanto éxito electoral en la guerra de Irak, poniéndose de parte de quienes atropellan con victoriosa arrogancia la legalidad de la ONU. Y ha volteado la tradicional simpatía prosaharaui de la izquierda, culminando un vertiginoso giro pragmático de su política que empezó con la forzosa aceptación del ajuste fiscal y económico. En pocos meses Zapatero ha completado una enmienda a la totalidad de sí mismo, simbólicamente atornillada con el sumiso visto bueno a un atropello flagrante, violento y unilateral que su antiguo avatar de progresismo buenista no habría dudado en condenar como un atentado inaceptable, y que ahora ha aceptado sin una mala palabra, siquiera de consuelo humanitario, para la causa bruscamente abandonada.
Sí, el problema del Sahara es «dificilísimo», pero ahora está peor que antes. Y lo está porque quienes no lo saben arreglar muestran además una excelente disposición para agravarlo.
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